En el lugar donde se alza el Palacio Municipal actual, se erigía a mediados del siglo XVIII un cabildo de aspecto similar al que todos conocemos frente a la Plaza de Mayo de Buenos Aires. Testigo mudo de la historia política de Mercedes, a lo largo del tiempo y en distintos estadíos arquitectónicos, por el lugar pasaron personajes de la talla de Julio Roca, Nicolás Avellaneda, Rafael Obligado, Adolfo Alsina, Carlos Tejedor, Carlos Casares y más cercano en el tiempo, Arturo Illia.

La construcción del cabildo de Mercedes se inició en algún momento posterior a 1861 y anterior a 1868, año de su inauguración. Anteriormente funcionaban la autoridad política y administrativa, así como el Juzgado de Paz, la carcel y la comisaría, en alguna construcción nada sobresaliente si nos guiamos por las pinturas de la época,

En el lugar estuvieron detenidos algunos ingleses apresados durante los sucesos de la Reconquista. También, en 1811, se mantuvo prisionero a un grupo de hombres que fueron figuras destacadas de la Revolución de Mayo. Entre ellos Gervasio Posadas, Agustín Donado, Domingo French, Antonio Beruti e Hipólito Vieytes.
Prueba de ello existen numerosos documentos históricos, entre ellos cartas dirigidas al presidente de la Primera Junta, escritas de puño y letra por Gervasio Posadas desde el encierro. Posadas, quien amargamente se quejaba a Saavedra de los estragos que el caracter insalubre del agua del fuerte y la incomodidad del lugar en el que debía pasar sus dias de encierro hacían en su salud. Sin embargo terminaría convirtiéndose en director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata tres años mas tarde, en 1814.
El resto de grupo, sería trasladado desde Mercedes al fuerte de Chascomús en 1811.
El cabildo fue inaugurado en octubre de 1868. La construcción contaba con dos pisos con recova y galería de 18 arcadas y una modesta torre redonda con cúpula. En un primer momento funcionó como sede municipal y Casa de Justicia.

Posteriormente, en 1871, se adicionó un reloj en su torre que marcaba la hora oficial de la ciudad. El reloj fue comprado en la casa José María Fresquel y Cía. de Buenos Aires, por subscripción pública y aporte de la Municipalidad. En total se gastaron $ 54.000, incluyendo colocación y gastos de herrería realizados por Fernando Cler. Este primer reloj público de Mercedes, de una sola faz y campana de 500 libras, al que se le debía dar cuerda dos veces por semana, sonó por primera vez el día de la Virgen de la Merced o Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de la ciudad, el 24 de septiembre de 1871.

Dos años después, los arquitectos Lebeau y Malmierca corrieron con los trabajos de colocación del cielo raso del salón, espléndida realización por sus molduras y figuras alegóricas de yeso representando angelitos regordetes. Su costo fue de $ 71.000. Su apertura pública se hizo como parte de los festejos religiosos de la Virgen en 1873.
En 1877, Valentín Charlone realizó las primeras obras de conservación del Cabildo, consistente en reparaciones de albañilería, blanqueo y pintura de todo el edificio, zaguanes y galería, con excepción del salón y habitaciones de la planta alta, todo ello a un costo de $ 12.000.

En 1878 se le hicieron modificaciones sustanciales a la torre. A la base, se le agregaron dos nuevos cuerpos con tres ventanas en la parte superior, se le pintaron puertas figuradas, y la cúpula fue revestida con azulejos, coronada con una esfera de metal que culminaba con un pararrayos, alcanzando una altura total de 22 metros.
Al año siguiente, las pinturas imitando puertas fueron suprimidas al ser blanqueado el frente exterior del edificio. La realización la prolongación de la torre fue encomendada al maestro mayor Pedro Mas por $ 16.300. Entre los muchos títulos del referido constructor, merecen destacarse la construcción en Buenos Aires de la Casa de Expósitos, el Hotel de Inválidos, los colegios de La Merced y de San Fernando, la Iglesia de San Martín, la torre y casa parroquial de Moreno, y, en Mercedes, la cárcel, el teatro Orfeón, el molino Nogués, la fachada de la casa Candeyra y la capilla San Luis.
El nuevo diseño de la torre obligó a elevar cerca de seis metros la altura del reloj, y su colocación, como la reparación y sustitución de piezas, fue hecha por los señores Siri y Donini por $ 1.250. En tanto a José Bosch, por pintar la esfera, se le pagaron $ 250. La vieja escalera de madera que subía al campanario para dar cuerda al reloj, fue reemplazada por otra de caracol. Fue construída por Marcos Guillone y se le abonaron por el trabajo $ 5.000. Pero este reloj, de una sola esfera y cuadrante de un metro veinte centímetros, que daba la hora oficial de la ciudad, tenía marcha irregular y debía ser sometido a continuas reparaciones. La Municipalidad dispuso su reemplazo por otro de cuatro esferas de cristal transparentes de un centímetro de espesor y diámetro similar al anterior, con números negros dibujados, campana de 1.000 kilos y cuerda cada ocho días. El nuevo reloj, construído y colocado por Manuel Curat a un costo de $ 2.500, entró en servicio público el 15 de julio de 1893.
Como dato anecdótico, en ese entonces en ninguna población del país existían relojes de cuatro esferas. Su colocación constituyó un verdadero adelanto material y estético. En cuatro meses y medio de andar el reloj no varió dos minutos.
En 1896 se esmerilaron las cuatro esferas, quedando a cargo del dibujante local Gabriel Falco la tarea de agrandar los números romanos de cada una de las esferas. Tres años después, en 1899, se le colocaron nuevos focos de luz eléctrica al reloj, sustituyendo a los anteriores de 16 bujías, que apenas iluminaban las esferas.
Para entonces, la torre había sufrido un pequeño cambio. En 1895 fue bajada la campana y colocada en el segundo cuerpo del edificio a fin de que se pudiese oír con más claridad.
En cuanto al viejo reloj, que funcionó durante dos décadas bajo el cuidado de los relojeros Manuel Curat y Pedro Siri, fue sacado del sitio que ocupaba en la torre el 15 de junio de 1893, y entregado en donación a la capilla San Luis, para ser colocado en la torre una vez construída.
En lo que respecta a las obras interiores del Cabildo, en 1882 fue colocada en el salón una gran alfombra de color ceniciento-azulado matizado con vistosos ramos de colores, que costó $ 9.000 y tres arañas con brazos de cristal engarzados en metal blanco, la mayor de ocho luces y las otras dos de cinco luces cada una, a un valor de $ 5.200. Durante años, la alfombra municipal fue la convidada obligada a los bailes realizados en otros salones, o a cubrir el suelo de pabellones oficiales erigidos en los locales de fiestas durante las romerías.
En 1887 fue el turno del blanqueado del cielo raso, pintado y recuadrado el salón principal, por Domingo Peivano, y en 1889 se realizaron trabajos de refacción y mantenimiento del edificio por el maestro albañil Ananías Calmario, obra presupuestada en $ 2.100.
En cuanto a los techos, las reparaciones más importantes tuvieron lugar en 1878, cuando se desprendió una de las pesas del primitivo reloj, destruyendo una parte del tejado de la galería, y en 1899, en que Lorenzo Bertera practicó por $ 140 la compostura de urgente necesidad de una parte de la azotea del edificio.
Pasando al gran salón municipal, la última de sus reformas tuvo lugar en 1902. Se le cambió el piso, formado de tirantes y alfajías de madera dura cubierto con baldosas, por uno enteramente de madera, y el pintor italiano Luis Colombo (que tenía su taller en calle 25 e/16 y 18) decoró el cielo raso, que completó con retratos al óleo de San Martín, Moreno, Rivadavia y Adolfo Alsina, pintados en tela y pegados sobre el artesonado del techo. Pintor de gran mérito artístico, Luis Colombo, con su socio Silvestre Giannini, ya había decorado en 1898 el magnífico cielo raso del salón de la sociedad italiana Fratellanza Operaia (calle 25 e/20 y 22), y en 1901 había pintado de color rosa la fachada y torre del Cabildo.
Las obras de embellecimiento –piso y cielo raso del salón- fueron inauguradas el 11 de noviembre de 1902 con un gran baile iluminado por ochenta y seis luces eléctricas, con orquesta y menú traídos de Buenos Aires.

En este punto del tiempo, ciertas versiones indican que, de acuerdo con la opinión de algunos técnicos incluído algún ingeriero del ministerio de Obras Públicas, el edificio del Cabildo sufría peligro de estabilidad originado por el peso adicional que se había sumado al elevar la torre. La sentencia de muerte de aquel viejo edificio fue firmada por el intendente Florencio Ballesteros el 20 de octubre de 1909, cuando decretó:
Art.1: Procédase a la demolición de la recova, torre y galerías de la casa municipal.
Art.2: Llámese a licitación para la construcción de las siguientes obras: una escalera de mármol, revoque imitación piedra, etc.
Se presentó en la licitación una sola propuesta, la de Carlos Raffo, arquitecto de Buenos Aires, quien presupuestó la obra por la suma de $ 32.300.
En noviembre comenzaron los trabajos de reforma y adaptación, los que fueron vigilados por los vecinos propietarios Miguel Herrera, Juvenal Peltzer y Martín Bruno (por así disponerlo el art.55 de la Ley Orgánica Municipal). Se empezó por la torre, que fue demolida. El reloj fue depositado en un cajón a la espera de un incierto destino. Luego le siguió la recova.
Seis oficiales frentistas llegados de afuera iniciaron el 24 de febrero de 1910 los trabajos de revoque y decoración del nuevo frente.
Con la colocación el 12 de abril de un grupo escultórico alegórico en su parte culminante, el frente del edificio alcanzó una altura de 19 metros hasta lo alto de las estatuas, y de 16 metros hasta la última línea de edificación.
Cabe señalar que la maqueta del grupo escultórico no figuraba en el plano del arquitecto Raffo, ni tampoco la elevación del frente a dos metros más. Se resolvió incluir dichas obras para darle al edificio “verdadera importancia”.

Como se puede apreciar, para afectar superioridad o una supuesta entidad, la torre era sustituida por una “maquette” y las galerías y recova suplantadas por un frente arquitectónico moderno y elegante de estilo renacentista. El viejo Cabildo pasaba a llamarse “Palacio Municipal”.
El 12 de mayo de 1910 concluyeron los trabajos de la fachada con el despojo de sus andamios. Se pasó a las obras interiores, que incluyeron nuevas dependecias, como también poner las construcciones existentes en iguales condiciones que las nuevas:
1) Colocación de una escalera de mármol
2) Construcción de cuatro habitaciones en la parte interior
3) Cambio de todos los pisos, cielos rasos, puertas y ventanas de la parte vieja del edificio
4) Decoración de la caja de la escalera con ventanales y vitraux alegóricos en los costados y en el techo
5) Construcción de tres habitaciones y un pasillo en la parte alta
6) Construcción de lavatorios y dependencias
7) Construcción de dos galerías laterales de cuatro metros y medio de ancho, y de la misma forma de la galería principal
8) Cambio de techo de toda el ala derecha del edificio en el interior del mismo
9) Construcción de una terraza por sobre la misma ala derecha y galería principal
10) Colocación de mosaico en todo el patio del edificio
11) Revoques, carpintería, herrería, pinturas, etc.
Dichas obras importaron un adicional de $ 37.500, lo que elevó a un total de $ 69.700 la “modernización” del edificio municipal. La única dependencia que mantuvo su diseño original fue el salón de recepciones, el gran salón de bailes, engalanado ahora, con nuevo mobiliario, adquirido parte de la casa Thompson, de Buenos Aires, y parte al ebanista mercedino Stancati.

La remodelación fue inaugurada oficialmente el 25 de mayo de 1910, coincidentemente con el primer centenario de la Revolución de Mayo con un gran baile de gala que se llevó a cabo en el lugar donde actualmente sesiona el Honorable Concejo Deliberante y que funcionaba como salón de fiestas originalmente.
Fuentes: El origen de la ciudad de Mercedes, Alfredo Iribarren / Daniel Zunino / La sangre en las esquinas, Raúl Ortelli