El arzobispo de la Arquidiócesis Luján-Mercedes, Jorge Eduardo Scheinig, encabezó este mediodía una misa en la Basílica en memoria del Papa. Dijo que Bergoglio fue «una voz crítica que se va a extrañar» y que prefería una «Iglesia accidentada en la calle que una Iglesia cómoda».
El arzobispo de la Arquidiócesis Luján-Mercedes, Jorge Eduardo Scheinig, encabezó este mediodía una misa en la Basílica Nuestra Señora de Luján en memoria del Papa Francisco, quien falleciera este lunes a los 88 años en Roma, tras 12 años como Sumo Pontífice.
Scheinig recordó que vivió dos años en Buenos Aires junto a Bergoglio, al quien calificó como “muy sencillo” y “delicado con las personas, lleno de gestos sencillos”. “Su humor era clásico. La alegría era característica del Papa Francisco”, dijo.
Como ejemplo, dijo que “nadie se dedicó a las familias de Cromagnon como se dedicó Bergoglio, solo como un ejemplo de la delicadeza del Papa”.
En su homilía, afirmó que “voy a extrañarlo porque me une un afecto grande con él. Pero creo que el mundo también, un hombre necesario”. Valoró su voz crítica y que siempre planteó que prefería una “Iglesia accidentada en la calle que una Iglesia cómoda”.
“No vi otro interés que no sea el de la Iglesia. Estaba para la Iglesia, no se tomaba un día de descanso”, dijo Scheinig. Y sostuvo que “Francisco vivió en Galilea, el mundo de la periferia”, dijo en una larga homilía que duró 20 minutos y que contó con la presencia del intendente Leonardo Boto y una cantidad de feligreses llamativa para un lunes al mediodía.
La homilía completa
“Los signos que me surgen inmediatamente de la muerte de Francisco es que murió en Pascua. Es decir, la vida tiene la última palabra, no la muerte. Es muy fuerte que haya muerto en la Pascua. Es un signo de la vida que triunfa sobre la muerte.
Y lo segundo que me surge: todos recordamos aquel primer encuentro del Papa en el balcón de San Pedro diciéndole a su pueblo, bendíganme, recen por mí. Y termina su ministerio en el balcón ayer con la bendición para todo el mundo. Para la ciudad de Roma, pero para todo el mundo. El Obispo de Roma bendice. Este hombre fue llamado a ser un hombre del mundo.
Yo alguna vez escribí un artículo y me animé a llamarlo “Hermano Universal”. Este hombre estaba llamado por Dios a ser un hombre significativo para el mundo. El Papa es el pastor de la Iglesia y está comprometido con el mundo.
Un hombre nuestro, que Dios lo llamó a una misión, que es ponerse al servicio del mundo. Y lo digo porque creo que su mensaje ha sido muy fuerte para el mundo, no solo para la iglesia, para el mundo. Francisco vivió en Galilea.
Déjenme que lo explique esto porque para los que estamos muy en el riñón, este lenguaje nos es familiar, pero déjenme que lo explique. El centro era Jerusalén. Galilea era la periferia.
El centro era la ciudad, Jerusalén. Galilea era el mundo de la periferia. Allí en los márgenes de la vida, donde se daba la vida de los pescadores. Francisco vivió en Galilea. Estaba en el centro, en la ciudad de Roma, pero él eligió vivir en Galilea. Y eso lo manifestó en su manera de vivir.
Yo lo visité muchas veces en Santa Marta, pude estar con él, comí, desayuné. Estuve en su cuarto, conozco su manera de vivir. Estando en Roma, quiso vivir en Galilea, en la periferia, pero además todos sus viajes han sido en la periferia.
Él fue un hombre que captó la esencia del Evangelio, del mensaje evangélico pascual, del mensaje del resucitado. Y entonces yo creo que ha sido un profeta. Creo que ha sido un profeta.
Lo digo sin el menor ánimo de un panegírico de la persona o de la personalidad. Lo digo sin el deseo de agrandar la figura, sino de decir lo que realmente creo. No quiero hablar bien del Papa Francisco.
Quiero decir que él ha sido un profeta. ¿Qué es un profeta? Es alguien que se anima a vivir de tal manera en Dios, está tan inmerso en Dios que puede captar los sentimientos de Dios. Un profeta no es un visionario, no es alguien que predice lo que va a pasar, sino es alguien que habla de lo que Dios siente.
Y entonces, hablar de los sentimientos de Dios al mundo, muchas veces es quedar mal parado, quedar en un lugar incómodo, difícil. Un profeta es alguien que escuchó el mensaje, no tengan miedo, alégrense, vayan a Galilea. Francisco fue un hombre que captó la sensibilidad del corazón de Dios y sin embargo es a decirlo al mundo.
Creo que muchas cosas vamos a ir descubriendo de Francisco, con su mensaje y con su vida, pero, ¿qué es lo que dijo? Que esto es lo que Dios siente. ¿Qué es lo que dijo a diestra y a siniestra, en voz baja y en voz alta, con discursos y con gestos? ¿Qué es lo que dijo el Papa? El Papa dijo que todo hombre es valioso, que toda persona es valiosa, especialmente el que sufre. Y que al que sufre hay que cuidarlo.
Esto, decirlo en este tiempo, se convierte en una voz incómoda, difícil. Por ejemplo, podría multiplicar ejemplos, pero hablar de la situación de israelitas y palestinos, meterse en un lugar sumamente complicado, políticamente complicado, donde uno ve al mundo político hablar para quedar bien, al periodismo, a los analistas políticos, buscando palabras para acomodarse en la realidad o acomodar la realidad. El Papa no hizo ningún equilibrio, no le interesó ser equilibrista en el mundo, no fue un hombre que buscó estar en el justo medio para quedar bien. Un hombre que sintió que tenía que hablar con voz potente de Dios y entonces dijo todo el que sufre, liberen a los israelitas, basta de tirar bombas en Gaza y llamar todos los días a la parroquia.
Pongo este ejemplo por decir que ha sido una voz que vamos a extrañar, porque esa voz incómoda que en la Argentina fue difícil y que como es lógico, y esta es mi manera de ver, sufrió el maltrato, no sólo de afuera de la Iglesia, sino de adentro de la Iglesia. Difícil comprender la voz de un hombre que se anima a estar metido en la condición humana en defensa de los que más sufren, aún a riesgo de quedar embarrado, porque como lo dijo en su primera encíclica, yo quiero, prefiero una Iglesia accidentada en la calle que una Iglesia cómoda.
Yo he compartido con él dos años de mi vida, viví con él en Buenos Aires, en el cuarto al lado suyo, muy sencillo. De la curia, Francisco no era un hombre de exquisiteces, podría contar mil cuentos de esto, pero esta mañana que se me venían muchas cosas a la cabeza, sobre todo muchas cosas al corazón.
Siempre vi una persona sumamente delicada con las personas, pero muy delicada con las personas, muy llena de gestos sencillos y yo creo que van a empezar a aparecer muchos gestos, cartas, van a aparecer muchas cosas sencillas de este hombre, que por eso tiene una palabra autorizada. Porque él no discursió sobre el sufrimiento de la gente, que lo hizo y con mucha sabiduría, habló con mucha sabiduría del dolor humano, del sufrimiento, pero además conoció, sabía del contacto con el otro y en la realidad del otro. Madie se dedicó a las familias de Cromañón como se dedicó Bergoglio, un ejemplo de la delicadeza del Papa.
Ustedes saben que los 7 de agosto es San Cayetano. En Liniers, la cola que hay para entrar a ver al Santo es de 5 ó 6 cuadras. Siempre terminaba la misa, el Cardenal Bergoglio iba saludando a todos los que estaban en la cola, a todos, 6 cuadras se pasaba saludando a todos. Un año había una señora con muchos hijos en la cola y le dice, ¿están bautizados? Y la mamá le dice que no, no están bautizados. El Cardenal le dice ‘venga a Buenos Aires, ahí donde yo vivo, yo se los bautizo’. La mujer no fue. Al año siguiente, saludando en la cola, la ve, y le dice ‘no me trajo los chicos’.
Estamos hablando de un hombre, de una vida sumamente complicada, difícil, de mucha gente, pero yo no sé si logro transmitir lo que significa, la sensibilidad, porque yo muchas veces pensé este gesto. Ceo que no me da la memoria para hacer este tipo de reconocimientos, no creo que me dé la memoria, no creo que me dé la sensibilidad, sinceramente creo que hubiese pasado de largo. Entonces este hombre estaba acostumbrado, a reconocer a las personas, y por eso no le era difícil, entrar en el corazón de Dios, y darse cuenta que nuestro Dios no deja a nadie afuera. Y a los que menos tienen, a los descartados, descartables, como él llamaba, a los que están en Galilea, en las periferias, reconocerlos. Es la forma que Dios tiene de amar.
Yo personalmente voy a extrañar al Papa Francisco, porque tengo un afecto lindo con él, grande con él. Pero creo que el mundo también, un hombre necesario, con una palabra necesaria.
Vamos a darle gracias al Señor en este contexto pascual, contexto de vida, de resurrección, de alegría. Su humor era clásico, cuando vivía con él, nos encontrábamos a la noche, y siempre tenía algún chiste, algún cuento, para sacar una sonrisa. La alegría era la característica del Papa Francisco, normal, de sentido común. Lo recordamos en este primer momento de la noticia, con mucha alegría. Me vienen muchas cosas lindas, muchas cosas lindas a la cabeza, entonces gracias a Dios, démosle gracias a Dios, y pidamos que el legado del Papa dentro y fuera de la Iglesia continúe.
Ahora ya comenzaron las especulaciones en los diarios de quién va a ser el próximo Papa. La locura de las agencias que tienen que recaudar plata. No sé quién va a ser el próximo Papa, pero seguramente va a recoger el guante de Francisco.
Créanme que no tengo ningún deseo de agrandar su figura, ni nada que se le parezca. Cuando yo viví con él esos dos años, no vi en él otro interés que no sea el de la Iglesia, no se tomaba ningún día de descanso, estaba para la Iglesia, todo su corazón, toda su mente, todo lo suyo estaba para la Iglesia.
Él no inventó nada, fue un hombre que recreó, dejándose llevar por el espíritu. Todos los sueños del Concilio, y como tuvo el gobierno de la Iglesia, los pudo llevar adelante. Ojalá que el próximo Papa, inspirado por el espíritu, porque lo va a estar, porque lo va a estar, sea quien sea, será el que Dios quiera, y lo va a acompañar el espíritu, como lo acompañó al Papa Francisco, y al Papa Benedicto, y al Papa Juan Pablo, ese es el compromiso del Señor. Pero Dios quiera que pueda continuar este trabajo de recreación, de lo que el mismo Señor ha fundado y ha querido, que es la iglesia, los invito a pedirle al Señor por él, especialmente».