Recordando a Ricardo Tabossi:
Por: Profesora Mónica Brown
Instituto Juan Manuel de Rosas de Mercedes
El próximo 25 de marzo se cumple el quinto aniversario del fallecimiento de nuestro presidente honorario, Lic. Ricardo Tabossi. Como miembros del Instituto Juan Manuel de Rosas de Mercedes queremos recordarlo, homenajearlo, volver a escuchar su voz a través de sus textos.
De esta manera, releyendo libros que Ricardo publicara en 1996 y 2010: “Historia de la Parroquia de Mercedes (1761 – 1921)” y “La Guardia de Luján, de Mayo a Caseros”, encontramos en ellos no sólo información política, social y religiosa de la Mercedes del siglo XIX, sino también sobre su situación sanitaria.
Muchos de nosotros sabemos que en aquellas décadas nuestro país sufrió varias epidemias de cólera. Teniendo en cuenta las precarias condiciones sanitarias (falta de agua corriente y cloacas) no era inusual la propagación de este tipo de enfermedad por beberse aguas contaminadas con el vibro cholerae, o consumirse frutas y verduras lavadas y cocidas con estas mismas aguas.
Pero la epidemia de cólera de 1867-68 se destaca por su agresividad, y posiblemente haya sido parte de una pandemia global. Se calcula que en la ciudad de Buenos Aires murieron cerca de 3000 personas, entre ellas el vicepresidente Marcos Paz (quien estaba a cargo de la presidencia, ya que el presidente Mitre se hallaba en Paraguay al frente de los ejércitos que, al lado del Imperio del Brasil, peleaban contra los paraguayos). Alrededor de 15000 fueron los fallecidos de cólera en la provincia de Buenos Aires, expandiéndose la epidemia a las provincias del interior. Sin embargo, pocos fueron los cuidados sanitarios implementados para evitar su expansión: cuarentena en los barcos que llegaban al puerto y comisiones en las parroquias que internaban a los enfermos en casas improvisadas como hospitales.
¿Qué sucedió en nuestra ciudad?
Narra Ricardo Tabossi en su libro sobre la parroquia mercedina (1996: 65): “El nombre de Maximino Castro nada dice. Sólo que su muerte, el 18 de diciembre de 1867, después de vómitos repetidos y abundantes deposiciones, lo convirtió en la primera víctima del cólera en Mercedes. Es imposible describir el horror que se vivió en la ciudad. La población urbana en esa época no pasaba de 7000 almas y la mortalidad alcanzó en la primera quincena de enero de 1868 de cincuenta a sesenta personas diarias, un 13 %. Todo el barrio oeste y noroeste quedó despoblado.
“Por quedar muy chico el cementerio, en razón de la afluencia numerosa de cadáveres, el Juez de Paz Domingo Gorostiaga requirió al párroco José Antonio Chantre, el 21 de enero de 1868, ‘la bendición de un local especial de la Municipalidad con destino a un nuevo cementerio’. Pedido tanto más necesario como urgente, porque algunos cadáveres eran traídos de las estancias derechamente al enterratorio sin bendición de la fosa ni inhumación en sagrado, ni registro, por supuesto, en los libros parroquiales. Se llegó al extremo de arrojarse los muertos furtiva y clandestinamente en las altas horas de la noche sobre las paredes del propio cementerio.
“La anomalía se resolvió mediante el recurso de tener abiertas y benditas con anticipación un número de sepulturas, según lo creyera conveniente el párroco. La ocupación de las fosas con licencia del cura significó la habilitación del ‘nuevo cementerio’, en enero de 1868, en el lugar donde actualmente se halla”.
¿Dónde descansan los restos de este millar de mercedinos? ¿Cuál es ese Cementerio nuevo?
Hagamos un poco de historia. Para finales del período rosista (1852) la ciudad tenía dos cementerios, “uno al sud y otro al norte” especifica Tabossi (2010: 189). ¿Dónde? Localizarlos fue ardua tarea investigativa.
Cuando Mercedes comienza a poblarse alrededor del fuerte blandengue, sus habitantes eran enterrados en el cementerio de la Villa de Luján, a 30 km. Como el malón de San Agustín (1780) dejó un centenar de víctimas, fue necesario habilitar un enterratorio en nuestra zona. A pedido del capellán franciscano fray Román González el párroco de Lujan accede a hacer un “campo santo” fuera de los límites del fuerte, es decir, alejado de los cuarteles y de la capilla castrense, nos narra Tabossi (2010: 187-190): “El cementerio fue levantado a unos 150 pasos al Este de la puerta principal del Fuerte, como pudo comprobarse, muchos años después, cuando en ese lugar, durante las excavaciones de los cimientos de un edificio [el hoy Centro Cultural Julio César Gioscio], se encontraron huesos y calaveras humanos. El cementerio tomaba la mitad de la calle 27, doblando por la 26, hasta la 25, de Norte a Sur hasta el centro de la cuadra (…) fue bendecido con las oraciones de práctica y ceremonia de colocar en medio una cruz, y alrededor de ella, once fosas con sus ataúdes. No tenía jardines, seto ni cipreses, ni puertas de grandes rejas de hierro ni de ningún tipo. (…)
“Este enterratorio funcionó hasta el año 1829, en que fue trasladado por quedar en medio de la población y rodeado de edificios. Es interesante destacar que el cambio de sitio del cementerio mercedino se anticipa al decreto de Rosas del 26 de abril de 1830, dado en San Nicolás, que prohibía los enterramientos públicos al costado de la iglesia o dentro de ella, y aconsejaba delinearlos a distancia proporcionada, en lugar elevado donde los vientos dominantes no se dirijan al pueblo. (…) En cuanto a su ubicación, ignoramos el sitio exacto, aunque testimonios orales lo señalan unas siete cuadras al Oeste del centro”. Aclara Ricardo que cuando en 1879 se hacen edificaciones en la manzana comprendida por las calles 26, 28, 39 y 41, aparecieron numerosas cadáveres “aunque ello no certifica que haya habido allí un cementerio. Hay quien atribuye los cuerpos a las víctimas de la epidemia del cólera de 1868, puesto que en ese lugar habría funcionado un lazareto”.
Hacia 1850, debido al aumento de población, el cementerio quedaba en plena zona habitada, entonces, el párroco Miguel Aramburu le solicita permiso al gobernador Rosas para alejarlo de la población. Teniendo su permiso, se lo traslada más hacia el sur. Por eso decíamos que había dos cementerios en 1852, uno en el norte y otro en el sur. “El nuevo, el del Sud, era de 106 varas de ancho y 150 de fondo, cercado de pared, con una linda fachada al frente y una gran cruz en el centro. Dividíase en ocho secciones capaz de contener cada una quinientas sepulturas, con una plaza en el medio y calles en forma de ta-te-ti, rodeadas de sauces llorones, álamos y cipreses. Se hallaba ubicado a una distancia de 1.100 metros en línea recta de la puerta del templo parroquial en dirección S.O”, sostiene Tabossi (2010: 189). Este cementerio funcionó hasta 1873, clausurado seis años más tarde, demolido en 1889, y transformado en plaza pública. Actualmente allí se encuentran los Talleres Municipales y la Terminal de Ómnibus de la ciudad.
Pero volviendo a las víctimas del cólera de 1868, expresamos al principio que su crecido número había ocasionado la apertura de un “cementerio nuevo”, quedando este del Sud de la época rosista, recién mencionado, como el viejo desbordado en su capacidad para enero del 68. El nuevo es el actual Cementerio Municipal de Mercedes, hasta hoy alejado del centro, en calles 91 y 144.
Tres años más tarde (1871), la llegada de una nueva epidemia: la fiebre amarilla de la mano del mosquito aedes aegypti, oficializará este naciente cementerio.
Las condiciones sanitarias argentinas eran las mismas que en la época del cólera, situación agravada por el hacinamiento de las familias de inmigrantes en los conventillos y la contaminación del río por los desechos de los saladeros y mataderos. Al igual que con el cólera, no era la primera vez que se expandía la fiebre amarilla, se cree que hubo tres epidemias entre 1852 – 1870. Sin embargo, la del 71 fue la más mortal, agravada por el contagio traído por las infectadas tropas argentinas que regresaban de la guerra del Paraguay.
Sin ahondar en detalles sobre la mortandad en la ciudad de Buenos Aires entre febrero y abril del 71, baste decir, que algunas veces llegaron a más de 500 muertes por día, con un total de 14.000, y que se habilitó un nuevo cementerio, el de Chacarita, al cual los muertos llegaban en el llamado “tren de la muerte”.
Por esta causa, nuestra ciudad recibe muchas personas de la clase alta porteña quienes escapando del contagio se refugian en la lejanía del campo. Tal es el caso del propio presidente Domingo F. Sarmiento, quien es alojado en la casa del prestigioso vecino mercedino Mautalén, y agasajado con un concierto de treinta y cinco profesores en el salón municipal (Tabossi, 1996: 70).
Frente a la expansión de la epidemia, se crea en Mercedes, el 25 de mayo, una Comisión de Salubridad. “Su presidente, Eustaquio Cardoso manifiesta a la Junta Municipal, ‘la imperiosa necesidad de habilitar el nuevo cementerio’, es decir, hacerlo público, porque no habían vuelto a hacerse inhumaciones desde la pasada epidemia [de cólera]. Acompaña la nota un presupuesto de los trabajos que importa la suma de 61.200 $. En tanto, se previene al cura Chantre no expedir licencias de defunción para el cementerio antiguo a personas fallecidas de la epidemia, ya que los cadáveres de fiebre u otra peste debían sepultarse en el cementerio nuevo. Es decir, que los enfermos debían ser enterrados en lugar aparte de los otros muertos, en el paraje ya infestado por la anterior epidemia, como forma pareciera, de evitarle a éstos el contagio …”, para 1873, está finalizado y habilitado el nuevo Cementerio mercedino, concluye Tabossi (1996: 65-66).
Como vemos, nuestra ciudad no estuvo ausente a las grandes epidemias ocurridas en la ciudad de Buenos Aires, la movilidad del ferrocarril a mediados del siglo XIX permitió la propagación del contagio en los pagos mercedinos. Ello tuvo incidencia directa en la búsqueda y actualización del último lugar de descanso para nuestros ancestros.
Vaya nuestro recuerdo a todos aquellos desconocidos, hombres, mujeres, ancianos y niños, sepultados en al menos tres lugares diferentes durante los largos cien años que van del malón de San Agustín al definitivo cementerio de 1873.
Bibliografía consultada:
Tabossi, Ricardo (1996): “Historia de la Parroquia de Mercedes (1761 – 1921)”, Iglesia Catedral, Mercedes (Bs. As.); (2010): “La Guardia de Luján, de Mayo a Caseros”, HCD, Mercedes (Bs. As.)