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viernes, mayo 23, 2025
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JUANA MARINO DE GENERAL RIVAS: 1° EN EL RÁNKING EN LANZAMIENTO DE MARTILLO

Tiene 15 años y descubrió el martillo con los Juegos Bonaerenses. A los 3 años un accidente casi le provoca la pérdida de un brazo. Ganadora de medallas en nacionales y sudamericanos, busca clasificarse al Iberoamericano U18.

General Rivas es una pequeña localidad del partido de Suipacha, en la provincia de Buenos Aires. El pueblo anda por los 500 habitantes, y uno de ellos es integrante de la selección argentina de atletismo, publicó la Agencia de noticias DIB.

Juana Marino tiene 15 años y hace un tiempo descubrió el lanzamiento de martillo, cuando su deseo de clasificarse a las finales de los Juegos Bonaerenses la llevaron a probar una disciplina poco conocida. Y el mes pasado, junto a otros jóvenes deportistas, fue parte de un campus en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard). En el horizonte, por qué no, los Juegos Olímpicos de la Juventud, Dakar 2026.

“Fue una experiencia increíble, la compartimos con un montón de atletas olímpicos, con muchísima más experiencia que nosotros, por supuesto. No solo aprendimos cosas técnicas, sino también mucho de cómo trabajar la parte mental, lo físico, cómo prevenir lesiones. Nos dieron herramientas que vamos a poder aplicar en un futuro”, le explica Juana a agencia DIB. Y de los Juegos Olímpicos de 2026, “sería un orgullo poder llegar, todo atleta aspira a competir a ese nivel. Pero hoy por hoy me estoy enfocando en este año, en el presente”.

Con su participación en el Torneo Provincial de Mayores de Concepción del Uruguay, en Entre Ríos, Juana inició días atrás su temporada 2025. Un objetivo para este año es lograr la marca clasificatoria para el Iberoamericano U18 (sub 18) que se realizará en julio en Asunción (Paraguay) y por ello alternará entre torneos de mayores y U18, su categoría. Actualmente está primera en el ranking nacional y el año pasado también encabezó el ranking sudamericano entre las U16. Lanza martillo de 3 kilos -el de su categoría- y ostenta un mejor registro de 55,47 metros. Para clasificar al Iberoamericano necesita lanzar a 56 metros.

Juana Marino en la puerta del Enard

¿Lanzamiento de martillo?

El mes que viene se cumplen tres años de sus inicios con el martillo. “Fue en abril de 2022, se me pasó por la cabeza que quería llegar a Mar del Plata con los Bonaerenses. Como era una disciplina poco conocida, dije ‘probemos’. Llegué a Mar del Plata, gané, tuve la posibilidad de competir en el Provincial U16, después en el Nacional y a los seis meses estaba en mi primer Sudamericano”.

Así fue el comienzo de su carrera, meteórico. Y fue lanzamiento de martillo, aunque también pudo haber sido lanzamiento de bala o de disco. “En ese momento hacía salto en alto y largo, algo totalmente diferente. Pero para ir a los Bonaerenses se me ocurrió pasarme a los lanzamientos. Y a martillo: en las otras disciplinas tenía amigas y por no generar rivalidad, me quedé con el martillo”. Se enganchó, aunque al principio era solo “jugar, como un hobby”.

“Obsesión por querer mejorar todo el tiempo”

Juana ganó los Bonaerenses en 2023, con 13 años recién cumplidos. “La pista estaba llena de gente y yo nerviosa mal”. Así y todo, “son cosas que no dimensiono y me gustaría que fuera diferente, porque lo podría disfrutar más. Pero todavía me cuesta”, le admite a agencia DIB, y explica: “Creo que es obsesión por querer mejorar todo el tiempo. Ni en ese momento ni ahora soy consciente de todo lo que logré, no dimensiono lo que es haber ganado una plata y un bronce en Sudamericanos, u oros en nacionales. Es algo que tengo naturalizado y no debería ser así; se pasaron muy rápido estos años”.

Ese no terminar de dimensionar fue uno de los temas que pudo charlar en el campus de este año. “Aproveché y le pregunté a Germán Chiaraviglio [salto con garrocha, olímpico en 2008, 2016 y 2021] si durante su carrera fue consciente de lo que iba logrando. Y me dijo que no, que se fue dando cuenta cuando se retiró, que le hubiese gustado que fuera diferente. Yo disfruto de mis logros, pero viene alguien y me pide una foto y para mí es reloco: ‘¿Por qué me piden una foto?’. Me resulta muy raro que me reconozcan en la pista”. Y cuenta una anécdota de su pueblo, Rivas: “Mis papás tienen un restorán, yo trabajo ahí, los ayudo, y vinieron dos nenitas a pedirme un autógrafo. ‘¿En dónde estoy? No caigo’”, reafirma.

Seguramente sea el resultado de su compromiso con la disciplina. “Estoy muy comprometida, me gusta mucho. Lo disfruto y eso es algo muy importante. ‘Tengo que ir a entrenar, qué lindo, me cambio, preparo mis cosas, voy’. Me gusta”.

Su entrenador es Juan Cresimati, de Suipacha. Él viaja a Rivas un par de veces a la semana y el resto de los días Juana se entrena sola, o con uno o dos amigos. “Si tengo faltas en el colegio, dos por tres las uso para poder entrenar con mi profe, porque viene por la mañana, justo en horario de la escuela. Y cuando hay una competencia cercana y tengo que corregir cosas, me tomo el día. Por suerte del colegio tengo todo el acompañamiento. Los profesores, los directivos, mis compañeros, todos me preguntan cómo me fue”.

Su entrenador de seleccionado es Julio Piñero, al frente de los lanzamientos en la Confederación Argentina de Atletismo (CADA). “Está en contacto con mi profe y nos mantenemos al tanto”. Y un detalle: “Para la parte física, me compré pesas y otros elementos porque acá en Rivas no hay gimnasio, así que tengo las cosas en mi casa. Y con los martillos, voy a lanzar a una cancha de fútbol”.

El martillo requiere una jaula para los lanzamientos, por seguridad. “En un primer momento, no teníamos jaula, solo teníamos una pista de pasto y círculos. Después nos sacaron de ese predio y ahora estoy entrenando en la cancha, donde mi papá y mi profe hicieron un círculo y tenemos una jaula de alambre”.

Los Bonaerenses, un clic

El resultado en los Juegos Bonaerenses de 2023 fue un clic, el momento de tomar decisiones: el martillo iba en serio. Pero Juana va un poco más atrás: “Agradezco un montón el apoyo que recibo de mi familia, de mis papás. Yo iba a entrenar todos los días sola, sin rutina: iba y lanzaba. Y mis padres, de sorpresa, me regalaron mis primeras zapas y mi primer guante, antes de ir a Mar del Plata”.

Juana cuenta que su madre hacía atletismo; cree, salto en largo. “Y mi papá, fútbol. Hasta le ofrecieron ir a River, pero por temas económicos de mis abuelos no pudo”. Ellos son su gran apoyo. Sin embargo, no siempre estuvieron en las competencias. “El primer año no dejé que fueran a verme, me ponía nerviosa. Pero después fui consciente de que era algo que quería compartir con ellos, que me hacía bien”.

Ellos se fueron familiarizando con el lanzamiento de martillo: “Lo disfrutan muchísimo. Mi papá siempre dice que le hace sentir la adrenalina de cuando él jugaba. Me pone muy contenta saber que genero eso, que lo pone contento. En las competencias, mi mamá es más de estar filmando y mi papá, dando vueltas, viendo dónde cae el martillo, quién va ganando. Pero de hacerme correcciones, saben lo básico, no les da para corregirme”, sonríe.

Y retoma aquello de no terminar de darle dimensión a los logros: “Ellos son mucho más conscientes que yo, están orgullosos y me lo remarcan todos los días. Es algo que valoro muchísimo, no todos los deportistas tienen ese apoyo en su casa”.

La caída del caballo

“A partir de los Bonaerenses las cosas se tornaron más en serio. Dijimos: ‘Siendo U14, tengo la marca mínima para un Nacional U16. Y fue surgiendo: con mi profe hablamos sobre una rutina, empezó a mandármela por WhatsApp, yo le pasaba los videos, él me corregía, se venía a Rivas”. Todo nuevo para Juana: “Nunca había competido, no tenía ni idea de lo que era. Nunca me imaginé ser parte de la selección argentina de atletismo tampoco. Pero mi profe siempre me iba compartiendo archivos y lo íbamos charlando cada vez que se venía. Tengo una muy buena relación con él, me conoce desde que era muy chiquita, me ayudó a recuperarme el brazo, que casi lo pierdo a los 3 años”.

Es que a los 3 años Juana casi pierde un brazo. “Me caí de un caballo, fue grave. No se sabía bien cómo había afectado a los huesos y de eso dependía de si perdía el brazo o no. Tuve meses y meses de rehabilitación, kinesiología, de todo. Y por suerte quedó de diez. Sí tengo una cicatriz, pero no siento nada”, cuenta sobre aquel accidente que, claramente, pudo haber marcado su vida para siempre.

La atleta de General Rivas

General Rivas sigue el derrotero de Juana en el atletismo. “Cuando mi profe publica algo en Facebook, la mitad del pueblo comenta. Y cada vez que volvemos de una competencia, nos esperan con bengalas y banderas; es superlindo, me encanta saber que la gente está al tanto, que me felicita, tengo su apoyo”.

Rivas está a 20 kilómetros de Suipacha, la ciudad cabecera del partido y de donde es Elian Larregina, semifinalista en los 400 metros de los Juegos Olímpicos de París 2024. “Elian comenzó a entrenar con mi profe”, cuenta Juana. “Creo que nunca llegué a entrenar con él, cuando empecé, él ya se había ido a entrenar al Cenard”. Y el pago tira: “Semifinalista olímpico, campeón sudamericano… Es un orgullo, nos representa superbién y es muy humilde”.

Comprometida con el deporte

De sorpresa, antes de los Bonaerenses sus padres le regalaron el par de zapatillas. “En el martillo necesitamos tomar velocidad para poder generar mayor impulso, pero ese par que me regalaron tenía agarre. Este año me compré mi segundo par, lisas, para probar”. Y repasa: “Empecé a lanzar con zapatillas comunes, deportivas, que las hice bolsa, se rompieron todas. Después, un zapatero me adaptó otras, que también se terminaron rompiendo. Hasta que mis papás me regalaron esas, que me duraron dos años y medio y todavía siguen. Ahora tengo las lisas, un regalo de mi tío para los 15. Con esas estamos intentando tomar más velocidad”.

Las zapatillas fueron un regalo de cumpleaños de 15. Y a propósito, cuenta: “Veo a mis compañeras de colegio [empezó cuarto año], ellas tienen una vida totalmente diferente. Yo estoy supercomprometida con el deporte y no creo que las salidas vayan de la mano con esto. No me gusta salir, no tomo, nunca probé el alcohol. No es porque en mi casa no me dejen, sino que es algo que no me llama la atención, no es algo que disfrute. Además, trabajo los fines de semana, ahí gano mi plata para pagarme el psicólogo, la nutricionista; no me gusta andar pidiéndoles a mis papás. Prefiero tener mi plata, comprarme mis cosas hacerme cargo yo”.

El lanzamiento de martillo

¿Cuánto se conoce el lanzamiento de martillo? “Muchos lo confunden con la bala”, admite Juana Marino. Y habla de la disciplina: “Me gusta la técnica y me gusta mucho también la adrenalina que siento al llegar a una pista, ver la jaula y la gente compitiendo: quiero ir, lanzar y hacer lo que sé, lo que vengo trabajando”, le cuenta a DIB. Y vuelve: “Me gusta mucho la técnica. Es muy loco, todos los días aprendo cosas nuevas. La manera en la que giran los pies me parece… No sé, me gusta mucho”, sintetiza. “Cuando estoy aburrida o tengo mi tiempo, busco lanzamientos en YouTube, miro videos, sigo a muchas lanzadoras”.

Y destaca: “Son muy pocas las mujeres que están por encima de los 80 metros”. A modo de referencia, las mejores: “La polaca Anita Wlodarczyk lanzó 82,98 metros en 2016, una locura. De Anna Price, de Estados Unidos, también está arriba de los 80 (80,31). Y la canadiense Camryn Rogers, campeona olímpica el año pasado, anda por ahí cerca, con 78,62”. El récord sudamericano está en poder de la argentina Jennifer Dahlgren [olímpica en 2004, 2008, 2012 y 2016], desde 2010. “Tengo contacto, hablé con ella. No la conozco personalmente, ojalá en algún momento se dé. Doce títulos nacionales, dejó un récord nacional de 73,74, tremendo”. (DIB)

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