Todos tenemos o usamos habitualmente apodos con los que nos sentimos identificados (o no) o con los que referenciamos a alguien más. Un apodo, también llamado, sobrenombre, alias o mote es un nombre que se da a una persona en vez del suyo propio y que, generalmente, hace referencia a algún defecto, cualidad o característica particular que lo distingue.
Podríamos incluir también a los universalmente utilizados, pero no tan conocidos por sus nombres «oficiales», a los hipocorísticos que son los antropónimos que se emplean en tono afectuoso para apelar, en general, a un familiar o a un amigo.
Por ejemplo, el hipocorístico Pepe, correspondiente al nombre José, proviene de la forma en que se denominaba en latín a San José: Pater Putativus (‘padre supuesto’, ‘tenido por padre’). San José era el ‘padre supuesto’ de Jesús; esta forma en latín solía abreviarse como P.P. De allí proviene Pepe.
Hay otras que también se han de considerar, como las que responden a un apelativo familiar, afectivo, con reduplicación consonántica a la manera del italiano «Peppe», desde «Giuseppe», o a la del catalán “Pep”, desde “Josep”.
En origen, estos nombres diminutivos y abreviados, de carácter afectivo, comenzarían aplicándose a niños. Esos niños, al crecer y hacerse adultos, mantendrían en muchos casos esos nombres afectivos, y esa sería la forma de propagación y mayor difusión de los hipocorísticos entre las personas adultas o mayores. De hecho, así sigue sucediendo todavía en buena medida.
Los hipocorísticos tienen un importante componente de afectividad y expresividad, y responden bien, por ello, a las características del lenguaje familiar y coloquial, en el que propiamente han surgido. La derivación diminutiva, pero a su vez la economía expresiva que lleva al acortamiento y, generalmente, al bisilabismo (mediante aféresis, apócopes, o incluso acronimia), así como la reduplicación consonántica – y en ocasiones también vocálica – ligada a esa estructura silábica bimembre, son algunos de sus rasgos más reconocibles.
Algunos ejemplos de apodos (e hipocorísticos) habituales que utilizamos a diario:
– QUIQUE: nombres como “Enrique” que terminan derivando en “Quique” (o “Kike”) muestran, por ejemplo, aféresis (supresión de sonidos en la parte inicial de la palabra) y bisilabismo con reduplicación consonántica.
– PACO: Francisco recibe el seudónimo de Paco, porque a San Francisco de Asís se le conocía como el PAter COmunitatis (el Padre de la comunidad), cuando fundó la orden de los Franciscanos. Esta conocida interpretación parece haber tratado de imitar la de “Pater Putativus” (P.P.) para “Pepe”.
– MAITE: contracción de María Teresa. Ambos nombres propios con cambio de grafía de la conjunción copulativa «y» por «i» latina.
– MALENA: contracción de los nombres MARIA ELENA.
– JUANCHO, JUANI, JUANITO: para Juán. Se utiliza el agregado de los sufijos -(c)ito/-(c)ita, -(c)ín/(c)ina -(c)illo/-illa, u otros menos frecuentes como -cho/-chu/-chi. Por ejemplo, para Ramón: MONCHO
– NANDO: para Fernando, con utilización de las sílabas finales del nombre y/o agregado de los sufijos antes mencionados.
– TITO: Utilización de sufijo diminutivo, usado como apelativo dependiendo de cada nombre, por ejemplo: Alberto, Ernesto, Roberto, Héctor: Tito.
– TONI: para Antonio, eliminación de una o más sílabas por diversos metaplasmos de supresión, además de posposición del sufijo afectivo átono. Otro ejemplo sería Susana: Susi. En este punto es importante aclarar que según la ortografía académica los hipocorísticos en español deben escribirse con «i» (Dani, Cami), no con «y» (Danny, Camy), dado que ese uso de la «y» es un anglicismo contrario a la ortografía del español.
– NICO: para Nicolás, acortamiento o clipping: supresión de sílabas finales. También, por ejemplo, Guillermo: Guille.
– JUANMA: unión de dos nombres: Juan Manuel
Algunos hipocorísticos pueden sufrir tales alteraciones fonéticas que un extranjero ajeno a la cultura hispánica no sea capaz de saber de qué nombre proceden. Es el caso de Paco/Pacho/Pancho/Curro (Francisco), Pepe (José), Quico (Federico), Conchi (Concepción), Charo (Rosario), Chelo (Marcelo, Consuelo), Chele (Celeste), Lola (Dolores), Maite (María Teresa), Quino (Joaquín), etc.
También se dan los casos de imitación del lenguaje de los bebés y niños pequeños, principalmente mediante palatalización de consonantes como ser, para Gregorio: Goyo, para Rosario: Charo o para Antonio: Toño.
En algunos idiomas se puede formar un hipocorístico duplicando una sílaba del nombre. Por ejemplo, para John sería Jo-Jo, para Diana,Didi o para Lourdes, Lulú.
Por último, también puede darse la españolización de nombres desde otros idiomas como William, Willie, Wili, Güili para Guillermo.
Fuentes: academia.org.mx / elconfidencial.com / wikilengua.org / es.wikipedia.org