Antes de 1880, en los Tribunales de Mercedes, se utilizaban los servicios de un «inteligente» a la hora de tener que establecer, por ejemplo, las causales de muerte de algún vecino .

No es un juego de palabras, tampoco un sarcasmo o una ironía. Se trataba de una persona real a la que se denominaba «inteligente». Podía ser un vecino cualquiera, cuya tarea consistía en examinar el cuerpo del herido u occiso para brindar un informe escrito que ilustrara el criterio de la justicia.
No tenían formación médica profesional ni siquiera eran estudiantes de medicina. Se trataba muchas veces de individuos que practicaban el curanderismo de manera discreta y que tenían algún conocimiento informal del cuerpo humano. Eran lo más parecido a un médico, cuando estos escaseaban y no se podía recurrir a sus servicios, simplemente porque no había.
También llegaron a utilizarse los conocimientos de farmacéuticos que en ocasiones fueron llamados a dar su opinión calificada sobre «la calidad y gravedad de las heridas».
Como muestra del trabajo de estos «inteligentes» se transcribe un informe presentado en ocasión de un caso judicial que requería de sus servicios.

En 1861 ocurre en San Andrés de Giles un hecho espantoso: Juan Baez se degüella a sí mismo con un pequeño cuchillo. Ante este hecho, aparentemente insólito, el Juez de Paz ordena lo siguiente: «En San Andrés de Giles, a 9 de Julio de 1861, yo el Juez de Paz sustituto, habiendo noticias por el alcalde del cuartel IV, don Apolinario Acuña, que en su cuartel había sucedido un homicidio en la persona del vecino Juan Baez, debía mandar y mando para averiguar el cuerpo del delito y su perpetuador, se proceda inmediatamente a falta de médico recibido, por la persona del «inteligente», don Angel Silva, al reconocimiento del cadáver y el número y calidad de las heridas y que se examinen los testigos del hecho. Firmado: Juan Silva, Juez de Paz sustituto. Vicente Cutillas y Fernando Pelaez, testigos.
Más adelante, a fs. 3 el «inteligente» certifica que «examinado el dicho cadaver de el finado (QEPD), don Juan Baez, su herida ha sido dilatada por todo el pescueso hasta subdividirlo».
De este informe se desprende que, aparentemente, el infortunado Baez se habría cortado la cabeza a sí mismo con un pequeño cuchillo. ¡Menuda tarea la de este hombre!.
Su hija de diez años, que estaba en la misma habitación, así lo afirma, al igual que la esposa que acudió, ante los gritos de la pequeña y se encontró con tan espantoso espectáculo.
Aparentemente la justicia no quiso indagar más en el hecho, así que solicitó la opinión de un «inteligente», quien no solo no adelantó demasiado en cuanto a investigación se refiere, sino que tampoco dejó en claro si Baez pudo haberse autoinfligido semejante tajo.
Fuente: El daño, el espíritu y la Justicia, Raúl Ortelli