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domingo, noviembre 16, 2025

¡QUÉ LINDO ES SER ARGENTINO!

Por: Marcelo Melo

Estamos felices, exultantes. Nuevamente el fútbol, nos da una alegría sin igual. Nuevamente hace sentir a los argentinos los mejores del mundo. Justamente a un pueblo que no la pasa nada bien. Golpeado. Con las defensas bajas. Como el el ´78. Como en el ´86. Como ahora.

En cada una de las plazas principales del país, los argentinos se volvieron a fundir en un abrazo sincero, fraternal. Y el fútbol unió a quiénes tantos intentan desunir. Lunes por la noche, siguen oyéndose los bocinazos. ¿Qué otra cosa va a festejar alguien en el sur del mundo, que vive en un país del que sus hijos se quieren ir, del que vemos todo mal?

El fútbol es culturalmente un sinfín de sensaciones para los argentinos. Muchos representantes del deporte argentino han logrado hazañas y alegrías inigualables. Pero el fútbol, ese deporte tan popular, contagia alegría en los triunfos y una gran tristeza -de esas que te marcan en la vida- en las derrotas. El único capaz de lograr cambiar el semblante y la sensación de felicidad de la sociedad toda. O al menos, de una gran parte. El fútbol, simplemente por ser fútbol, es mucho más que un deporte. Genera lo que ningún otro hecho genera en el mundo.

Algunos dirán, el día que la educación sea un sentimiento como con los jugadores, será todo muy diferente. Cierto, pero lo único que hoy le da alegría a la gente, es el fútbol. Y no debe ser muy diferente en el resto del planeta.

Y es increíble observar cómo muchos, es vez de disfrutar un nuevo logro intercontinental, se detienen en cuestiones banales y hasta poco entendible que se hagan. El problema es que no son pocos.

Que la atajada del «Dibu» Martínez sobre el final fue la salvada más importante de todos los Mundiales. Dejando de lado loables atajadas del «Pato» Fillol en el 78, o la salvada de la pelota en el palo del holandés Resenbrik cuando el partido estaba empatado. O la «nuca» del «Vasco» Olarticoechea, salvando a la Argentina de caer en la final del 86 frente a Alemania.

Lo mismo sucede de los que insisten en comparar a Lionel Messi con Diego Maradona. Poniéndolos en podios imaginarios que jamás podrán constatarse. Que si uno era drogadicto, y el otro tiene una imagen angelical y familiar. ¿Por qué no disfrutar que tuvimos a ambos -porque ambos son argentinos-, y nos alegraron popularmente como nadie lo ha conseguido?

Como si fuera poco, son dos personalidades totalmente disímiles una de otra. Juegan diferente. Fueron parte de equipos en que en nada se parecen. En épocas tan distantes, en que el mismo fútbol, ya es otro fútbol. Maradona y Messi han sido los mejores jugadores que hemos visto los argentinos en los últimos 50 años demostrando y desparramando belleza en el mundo entero con sus poesías más épicas.

Lionel Scaloni no es más, ni menos, que César Menotti, ni Carlos Bilardo. El joven director técnico argentino está subido en la elite del fútbol mundial cuando pocos apostaban por él. Casualmente quién lo mantuvo en su cargo fue un tal César Luis Menotti. Disfrutemos de haber tenido a tres grandes directores técnicos en la historia. Antes fue la dicotomía Menotti/Bilardo. Ahora, habrá quienes intenten enfrentar a Scaloni con sus dos campeones predecesores. ¿O a Bilardo no quisieron «renunciarlo» hasta desde el Poder Ejecutivo de entonces previo al comienzo del Mundial que luego ganó?

Se critica si está bien o mal que el martes sea feriado nacional. En las redes sociales, se pidió el feriado. El país está en crisis. Pero, ¿Hay algún feriado, más feriado? Se festeja si los flamantes campeones del mundo no van a la Casa Rosada. Temen que el gobierne se apodere del triunfo. Situación que no ocurrió con Raúl Alfonsín, ni con Carlos Menem como presidentes. Luego perdieron sus elecciones.

También se buscaba tildar de «mufa» a si estaba o no el ex presidente Mauricio Macri en la derrota frente a Arabia Saudita. O a mostrar que también estuvo en la final.

Privarle a éstos jóvenes jugadores de quizás, la foto más importante de sus vidas deportivas. En la Casa Rosada con la copa del mundo en sus manos. Festejando con una segura multitud deseosa de un «cacho» de felicidad tantas veces postergada por la dura realidad. Sería una verdadera pena que no se consiga o pueda realizarse.

Festejemos de una buena vez de un logro que sentimos que es un poquito de todos. Los jugadores sienten el afecto y el fervor del pueblo. Por algo cada uno de ellos se encargó de resaltarlo. Dejemos de lado las nimiedades de una mirada política/egoísta que se metió en las entrañas de los argentinos.

Este grupo que conforma el plantel argentino, mostró ciertamente que nunca hay que bajar los brazos. Que siempre hay que redoblar la apuesta. Pero también mostraron que no hay que hablar de más, es ser cuidadosos de sus palabras y «no escupir al cielo».

Disfrutemos lo logrado. Dejemos de lado las pesadas mochilas de querer demostrarle al otro que estaba errado con situaciones que son solamente para disfrutarlas, sin etiquetas políticas, simplemente deportivas.

Y que sólo sucedió, porque la pelotita entró, o no entró. Según como quiera verse. Si pega en el palo y entra. O si pega en el palo, y sale.

Ganar o no, le cambia la vida eternamente a un jugador. A la historia. A nosotros mismos.

Argentina es campeón mundial por tercera vez en su historia. La gran mayoría de los países que suelen clasificarse a un Mundial, jamás lograron levantar la copa tan sólo una vez. Argentina cortó una supremacía europea en los últimos mundiales. Todos los países Sudamericanos nos sentíamos en inferioridad. Por realidad, y por lo que nos hacen creer. Así y todo, ganamos.

Me parece que soy de la quinta que vio el mundial ¨78. Me tocó crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor.

¡Salud campeones!

Tan malos no debemos ser. Y qué lindo es ser argentino.

 

 

 

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