El mundo, pero sobre todo las sociedades y gobiernos de los países que lo conforman, atraviesan transiciones de diferente signo y magnitud, últimamente caracterizadas por fenómenos impactantes que afectan a todos los que lo habitamos.
Sin importar el orden, ocurren guerras y pandemias, tanto como catástrofes climáticas naturales y, contaminaciones provocadas que no hacen más que acelerar la autodestrucción (entre otros perjuicios). Y entre los distintos países, se pasa de equilibrios y convivencias cooperativas, hasta enclaves sutiles e incipientes, pero también manifiestos, sin pudor alguno. Pretensiones anunciadas públicamente por invadir al otro, por ejemplo, para despojarlo de parte de su territorio o de cierta infraestructura.
En otro orden, las recientes medidas arancelarias impuestas por el “gran” país del Norte al resto del mundo, constituyen una clara manifestación de la lucha por la hegemonía, no solo del comercio y la relocalización del agregado de valor mundial, sino, sobre todo, de su voraz apetito por los territorios donde todavía descansan grandes fuentes de valiosos recursos naturales imprescindibles para el crecimiento y desarrollo de la humanidad toda.
Un ejemplo representativo es Venezuela, país al que, por años, forzaron su aislamiento del resto del mundo mediante asfixiantes bloqueos y, no precisamente por casualidad, hoy los gringos compran nuevamente su petróleo, medida preventiva ante los escenarios repletos de incertidumbres que se presentan en el tablero global, sobre todo en la zona oriental del planeta.
Ellos, los del Norte, son plenamente conscientes de la paulatina pérdida de su poder hegemónico en diferentes regiones del mundo. El billete de color verde, lenta pero inexorablemente, se viene destiñendo, y ya se notan demasiado, porque no lo disimulan nada, esos “manotazos de ahogado” que vienen dando para garantizarse el control de las reservas naturales de Latinoamérica, y de esa forma (una de tantas), sostener su determinante influencia, a cualquier precio, en lo que ellos consideran su “patio trasero”.
La República Argentina es para ellos, parte importante de ese patio trasero. Pero ignoran que, por más que hayamos transitado cruentos enfrentamientos entre hermanos (desde la época de la Colonia), hasta dónde, LA NACION ARGENTINA, está dispuesta a ser “llevada de la nariz” para alinearnos mansamente como su “furgón de cola”.
¿Qué tenemos para ofrecerle al mundo? Innumerables zonas de nuestro territorio aún despobladas e inexplotadas; Un extenso litoral marítimo, que incluye nuestras Islas Malvinas, y una gran superficie para la explotación ictícola y petrolera (Offshore); Millones de hectáreas de tierras fértiles para la producción de materias primas de origen agropecuario (cereales, oleaginosas, carnes y derivados); Conocemos profundamente cómo agregar valor a la producción de alimentos en nuestro propio territorio; La extensa e imponente Cordillera de Los Andes, fuente de agua dulce, minerales y también productora de alimentos; Impetuosos y caudalosos ríos, tanto de llanura como de montaña, aún con enorme potencial para la generación de energía de origen hidroeléctrico; Muchas horas de sol en distintas regiones, y vientos indomables en nuestras costas y también tierra adentro.
Evidentemente, somos un país muy apetecible. Aunque el petróleo y el gas de Vaca Muerta hoy nos instaló en el tablero mundial, es en Energía Nuclear donde alcanzamos un nivel de desarrollo cuasi independiente, porque contamos con excelentes recursos humanos de probada capacidad a nivel internacional, una muy solvente experiencia en proyecto, construcción y operación segura de centrales nucleares. Diseñamos y construimos nuestro primer reactor de potencia íntegramente en el país, el CAREM (Central Argentina de Elementos Modulares), incluso hemos exportado reactores nucleares, y por eso nos miran con recelo.
Pero sin duda alguna, la gran riqueza de este hermoso país es el Movimiento Nacional y Popular, al que la mayor parte de nuestra gente dice y siente pertenecer, y al que pertenecieron muchos otros que nos precedieron desde hace más de 200 años, compañeros y compañeras que llegaron a dar sus propias vidas por una Patria donde la felicidad no tenga precio.
80 años atrás nacía el Peronismo, para defender los intereses y los sueños de la enorme mayoría de argentinos, y sus postulados fundacionales siguen hoy plenamente vigentes como en aquellos tiempos, con la diferencia que poco a poco, y a causa de fracasos y traiciones de aparentes “compañeros”, hoy nos toca ocupar una parte importante, medular y preponderante de ese Movimiento Nacional, pero perdimos la representatividad mayoritaria.
Aún podremos devolverle al Peronismo, ese impulso liberador que lo caracterizó en épocas de Perón y Evita, pero solo si somos capaces de asumirnos como una parte, importante del Movimiento Nacional, que ahora incluye en su seno, a otros miles de expresiones políticas, sociales, gremiales, empresariales, etc., etc.
El Peronismo debe recuperarse pronto, de cualquier manera. No hay tiempo para lamentarnos por las derrotas, ni siquiera para curarnos lamiendo nuestras heridas. Debemos reincorporarnos ya, y pasar a la acción de inmediato. Pero antes estamos obligados a construir y consolidar LA UNIDAD.
Rechazo la expresión “unidad hasta que duela”, porque encierra en sí misma una hipocresía que oculta y trata de disimular los verdaderos intereses que movilizan a las partes, solo son personales o de facción.
No habrá en nuestro país un nuevo impulso de soberanía, si los máximos dirigentes del movimiento peronista, del origen que sean, político, social, gremial, nacional, provincial y municipal, que como antes dije, históricamente estuvo plagado de traiciones, y en los últimos tiempos, de reiteradas derrotas, precarias gestiones y hechos vergonzantes, no hacen un “mea culpa”. Pública y de cara a la Sociedad.
El pueblo argentino necesita un nuevo proyecto de Nación que, más allá de las próximas elecciones, podamos discutirlo entre todos, democráticamente, pero con la condición previa que nuestra dirigencia, en el sentido más amplio de la palabra, se haga cargo de todo aquello que nos trajo hasta acá. Los que pertenecemos al Movimiento Nacional, estamos hartos del soportar las vanidades que aún hoy muestran.
Resolvamos el “dilema del prisionero”, de manera tal que el conjunto del pueblo argentino pueda maximizar sus ganancias, entendidas éstas como: trabajo, educación, salud, sueños, progreso, inclusión y movilidad social ascendente para todos y todas.
Basta de “más de lo mismo”, queremos MENTES BRILLANTES para alcanzar la imprescindible unidad, para impulsar una convocatoria nacional a todo el campo popular, y juntos, definir el legado con que la vieja dirigencia empoderará a las nuevas generaciones, no solamente para reconstruir el peronismo, condición necesaria pero no suficiente, sino también para ampliar, enriquecer y consolidar nuestro Movimiento Nacional y Popular, y así poder aspirar nuevamente a vivir en esa Patria Justa, Libre y Soberana que TODAVIA SOÑAMOS.
Ing. DANIEL RIOS
10 de abril de 2025
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