Dos amigos salen a jugar al golf, como todos los sábados, y en un momento se les suma un tercero, que les pregunta si puede unírseles al juego. Ellos se miran, se encogen de hombros, y le dicen que sí, que no hay problema. Después de jugar una media hora, los jugadores le preguntan al recién llegado a qué se dedica.
–Soy sicario –les responde.
Los amigos se ríen pero el hombre continúa, seriamente.
–Es cierto lo que les digo. Fíjense en mi bolsa de golf, allí llevo a todas parte mi arma.
Asombrados, los otros examinan la bolsa y descubren un rifle con mira telescópica. Uno de ellos lo saca y se pone a mirar a través de la lente.
–¡Qué bien se ve mi casa desde acá! –exclama–. Allí veo a mi mujer… oh… está desnuda… y… ¡también está mi vecino, desnudo!
El descubrimiento lo pone furioso y violento, y entonces pregunta al sicario:
–¿Cuánto cobra usted?
–Mil dólares por disparo –responde tranquilamente el asesino.
–¡Muy bien! –dice el hombre–. Pero no los mate. A mi mujer dispárele en la boca, porque siempre me está insultando. Y a él dispárele en el pene, para que deje de hacerse el galán para siempre.
El sicario toma entonces el arma y se pone a mirar a través de la lente. Al cabo de unos minutos de demora, el marido engañado exclama ansiosamente:
–¿Y? ¿Para cuándo?
–Espere, espere… que estoy por hacerle ahorrar mil dólares.