Por Lic. Marisa Ivaldi
Más allá de cualquier juicio político su personaje histórico despertó devociones y rechazos en la Argentina y llamó la atención internacional.
Desde pequeña, Eva Duarte se inclinaba por la lectura y la declamación, soñaba con ser actriz. En su pueblo daría sus primeros pasos hacia la notoriedad en una obra estudiantil, en el Colegio Nacional, y en un recitado por los altavoces de una casa de instrumentos musicales.
Como toda chica de la época se encontró fascinada por el cine, allí se encontraban no solo los relatos de aventuras ejemplares e inaccesibles, si no también patronas que tutelaban la vida imaginaria de las señoritas.
Se sabe que iba al cine, pero donde desfilaban esas heroínas de la época era sobre todo en las revistas de variedades. Y fue así que en el año 1935 se decidió subir al tren de los sueños y deseos rumbo a Buenos Aires. Más que la distancia en kilómetros el viaje era un salto hacia otra realidad.
Sin estudios formales de teatro, lejos de la elite que cursaba el Conservatorio de Actores, Eva improvisara sus primeras armas en el género chico de la comedia costumbrista. Su primer trabajo fue un papel de mucama en la compañía de comedia de José Franco, padre de la actriz Eva Franco, en marzo de 1935. Luego comienza hacer giras por el interior en el año 1936, pero por entonces el teatro vivía un momento crisis. Las obras duraban una temporada en cartel, lo que implicaba periodos cortos de trabajo y a su vez los actores secundarios a menudo cobraban un viatico mínimo.
A diferencia del teatro, el cine se consolidaba como industria, las producciones argentinas, alrededor de cincuenta films por año, ocupaban los mercados de habla hispana y triunfaban en Cuba, México y España. Era un cine lujoso que ilustraba el folklore costumbrista, o imitaba el modelo hollywoodense en su estética de musicales con escaleras.
El cine y la radio eran las actividades con mejor perspectiva laboral. Eva incursiono en ambos medios en ese orden. El 1 de mayo de 1939, cuatro años después de su llegada a la gran ciudad, la revista Atenea la nombra como cabeza de la compañía del Teatro del Aire, un ciclo de novelas radiales escritas por Héctor Blomberg. Si los primeros pasos de Eva en el cine no hacían presagiar a una promesa de la pantalla, su carrera radiofónica comenzaba a trascender.
Mientras tanto, el país atravesaba la llamada década infame, “un periodo de democracia nominal y elecciones fraudulentas que consagraban a gobiernos conservadores y claramente pro oligárquicos. Las ollas populares y la represión hacia las huelgas obreras no bastaban para disuadir el aluvión de inmigrantes del interior, más castigados por la crisis, quienes a partir de 1935 confluían en la Capital. La Segunda Guerra Mundial era un barullo distante, que dividía a las fuerzas armadas y despabilaba a los argentinos”.
Los más inquietos ante el conflicto eran los militares. Los había partidarios de los aliados (resignados a que el país fuera una semi colonia británica) y partidarios del Eje (admiradores del ejército prusiano). Y, por último, neutralistas quienes continuaban la tradición del presidente Yrigoyen y preferían mantener el país en margen de las contiendas de las grandes potencias. Fue en ese marco que unos oficiales descontentos formaron una logia secreta, el grupo de Oficiales Unidos (GOU).
Estos coroneles sentían desprecio por la clase política corrupta, así a principios de junio de 1943 desde la guarnición de Campo de Mayo derrocaron al presidente Castillo. Asumió el poder el general Pedro Ramírez, que designo al coronel Juan Domingo Perón en la Dirección General del Trabajo.
El golpe de estado de 1943 provoco una movida de tablero en mundillo radiofónico.
La radio era, en esos momentos, “el enlace más directo del gobierno con la población, y Eva tuvo su primer acercamiento al poder en 1943 que pudo obedecer a una identificación temprana con sus contenidos nacionalistas y populares.
A fines de 1943 encabezaba un ciclo diario que habría de continuarlo hasta el 17 de octubre de 1945, escrito por dos autores de moda, uno de ellos el nacionalista Francisco Muñoz Azpiri. Es ciclo estaba basado en la biografía de celebres mujeres como Isabel de Inglaterra, Isadora Ducan y Catalina la Grande, Mándeme Lynch…
“Es difícil evaluar hasta qué punto el contacto con estas biografías excepcionales inspiro el derrotero político de nuestra actriz, pero podemos ver allí el alimento a la fantasía”.
El 22 de enero, en ocasión de realizarse un festival a beneficio de los damnificados por el terremoto de la provincia de San Juan –producido el 15 de enero-, Eva Duarte conoce a Juan Domingo Perón.
“¿Qué vieron el uno del otro? Lo que vieron excedía al amor y al mismo tiempo lo consolidaba, “Nos casamos porque nos quisimos y nos quisimos porque queríamos la misma cosa”, escribiría Eva…
“Desde esa noche firmaron un pacto de poder. Perón puso de inmediato su influencia al servicio de la carrera radiofónica de Eva, mientras ella consagro su arte recitativo a la causa del secretario. Sus dos perfiles se unieron para crear una de las más maravillosas leyendas matrimoniales del siglo: una pareja dispuesta a explorar con el mayor provecho su transgresión de clases, y a borrar las fronteras entre la vida privada y la esfera pública”.
Es evidente que convertirse en el amor de Perón le represento un gran espaldarazo, pero al mismo tiempo se puso en el centro de la maledicencia. Para ese tiempo, su ciclo sobre mujeres celebres fue ampliamente promocionado, firmo un nuevo contrato, y tenía también una serie sobre casos policiales. Ya que en 1944 comenzaba el ciclo “hacia un futuro mejor”, donde representaba a una mujer del pueblo. Con libretos de Antonio Giménez y Muñoz Azpiri, sus monólogos elogiaban la revolución y sobre todo exaltaban la gestión del secretario de trabajo.
En 1945 participo en la película “La cabalgata del circo”, del director argentino Mario Sofficci. En febrero de 1945, Eva consigue el más codiciado papel cinematográfico: seria la protagonista del nuevo film de Sofficci, el más costoso de la industria hasta la fecha. El argumento del film ha sido leído como vaticinio de los sucesos posteriores, o, cuando menos, como una fuente de inspiración. “La prodiga” cuenta la redención de una pecadora, que entrega su vida a ayudar a los humildes. Envuelta en los enigmas de su pasado, se deja llamar madre de los pobres, hermana de los afligidos. Se enamora del hombre incorrecto y muere.
El debut de Evita en la pantalla grande fue el corto metraje “La luna de miel de Inés junto a Claudio Martino cuando tenía apenas 19 años, Evita fue una persona que cambió los destinos de muchos, y sobre todo el propio. Me parece que el trayecto de su filmografía, desde este corto hasta la película “La Pródiga”, representa el arco de su vida, como si hubiera sido consciente. Este corto representa todo aquello donde la quisieron poner y desde donde ella se escapó
Son significativas las palabras expresadas por el actor Marcos Zucker, en el libro de Abel Posse
La pasión según Eva, donde manifiesta: “Uno siempre se creía de paso por el teatro comercial o la radio, hasta que llegase la oportunidad consagratoria y pasar a lo serio, al talento”. Esto, más o menos, lo creen todos los actores jóvenes. “Todos menos Eva. Era como si ella estuviese de paso o intuyera que el destino la estaba esperando en la otra vereda. Iba a lo suyo…”
Eva Perón fue una de las mujeres más poderosas del siglo, más allá de cualquier juicio político. Su personaje histórico despertó devociones y rechazos en la Argentina y llamo la atención internacional. Así la descrió quien luego sería su amiga, la actriz italiana Pierina Dealessi; “Evita era una cosita transparente, delgadita, finita, cabello negro, carita alargada (…) tomaba mate, pero como era muy delicadita de salud, yo le ponía leche. Era tan flaquita que no se sabía si iba o venia. Entre el hambre, la miseria y el descuido, tenía siempre las manos frías.
