Gabriel Marsiglia, italiano carismático, era un hombre culto y de ingenio fértil que supo triunfar mediante la implementación de recursos técnicos especializados. Se puede decir que sus realizaciones no pocas veces causaron asombro.
Cuando llegó a Mercedes fundó una hojalatería a la que llamó «Perforación del Globo», la que, aseguraba en un aviso periodístico, tenía un gran surtido de cañerías de todas clases y dimensiones, presentándose como la primera en el mundo.
También, en un anexo, inauguró un taller de herrería «donde se fabrican y se componen toda clase de bombas y norias premiadas».
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Ambos emprendimientos funcionaban de manera exitosa por lo que el empresario tenía un pasar cómodo y holgado.
El lugar estaba ubicado en las calles 20 y 23. Era una casa de alto que ya fue demolida.

Sin embargo, lo que hizo que Marsiglia pasara a la historia en nuestra ciudad, fue la actividad que desarrolló con el tiempo, en su sótano, bajo los mismos pisos de su casa. Se trataba de baños públicos.
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Todos los años, al llegar el verano, el empresario se ocupaba de recordarle a la sociedad mercedina los servicios que prestaba su confortable establecimiento. Además, tenía la particularidad de que, en gran parte, el mecanismo de los baños era accionado por perros que él mismo había amaestrado con gran paciencia y sorprendente resultado.
Los baños se abrían al público desde las cinco de la mañana hasta las once de la noche y, previo pago de la suma convenida, allí se podía disfrutar de las bondades que ofrecía el lugar.

Recordemos que en aquellos tiempos las casas no contaban con las comodidades que naturalizamos hoy en día, sobre todo en materia de baños. De hecho no había agua corriente y el recuerdo de la epidemia que había diezmado la población mercedina como consecuencia de las aguas contaminadas diez años antes, aún estaba fresco en la memoria de todos.
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La pregunta que surge inmediatamente es ¿concurría mucha gente a tomar baños?. Si bien no existen registros de clientes, el hecho que el establecimiento funcionara a lo largo de años demuestra que, en definitiva, no era una mala idea… ni un mal negocio.
La gran sala subterránea estaba subdivida en compartimientos individuales. Un baño, frío o caliente, se cobraba $10 y había una «promo» por un abono por doce baños, que costaba $100.
El negocio continuó su próspero devenir hasta que el 22 de enero de 1888, día especialmente caluroso, un incendio devoró parte de las instalaciones. Las pérdidas fueron estimadas en $70.000, enorme suma para aquel entonces. Sin embargo, a Marsiglia le sobraban buenos amigos que inmediatamente formaron una comisión que brindó apoyo moral y económico al empresario. Aún se recuerdan seis nombres que intervinieron en el salvataje económico: Ubaldo Romero, José C. Soto, Camilo Salomone, Clodomiro Villafañe, Nicanor Baliero y Camilo Meneses.
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Como dato anecdótico, un diario de la época informaba que hasta el mismo Pedro Palacios (el poeta Almafuerte) se lanzó sin dudarlo a luchar contra el fuego en un gesto de verdadero heroísmo.

Pero volvamos a los perros entrenados y el servicio que prestaban. Para el funcionamiento de los baños era preciso un buen régimen de agua y Marsiglia concibió un sistema de producción que resultó infalible y barato y… hoy en día, cuestionable. Aquellos perros adiestrados, asentados sobre sus patas traseras en un banco, movían con sus patas delanteras una rueda que extraía el agua de un pozo, que recorría una intrincada red de cañerías que desembocaba en los baños.
No contento con esto, el italiano había ideado otro ingenioso artilugio que hacía funcionar con el juego de los niños. Marsiglia construyó un sube y baja de dos asientos, del tipo que aún hoy se encuentra en parques y plazas. Cuando los niños jugaban en él, un sencillo mecanismo también extraía agua del pozo. De esta manera, sin el menor esfuerzo (ni costo) los pequeños «colaboraban» con el funcionamiento del negocio.
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Cuando el emprendimiento dejó de ser rentable, Gabriel Marsiglia abrió allí una sastrería de lujo, que fue manejada por su hijo político de apellido Gentile. Después le siguieron otros emprendimientos hasta que la Dirección de Telecomunicaciones adquirió el solar para levantar un edificio de varias plantas.

Fuente: La sangre en las esquinas, Raúl Ortelli
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Con Respecto al aviso de Gabriel Marsiglia de 1878, Aqui dice que fue publicado en el diario EL OESTE sin embargo este periódico se fundó en 1921. Cómo puede ser?