8.8 C
Mercedes
miércoles, julio 30, 2025
spot_img

BREVES HISTORIAS DE MERCEDES: LA ESQUINA DE LA SAL

Seguramente las últimas generaciones de mercedinos desconocen cual es la «Esquina de la Sal». Es la esquina donde funcionó la Confitería del Cabildo de Nicolás Raymundo y mucho más cerca en el tiempo y hasta hace un par de años el bar y restaurante «El Cabildo» de Claudio Brovelli quien, a su vez, fue el último propietario del bar «La Perla».

Bar y restaurant «El Cabildo» de Claudio Brovelli

A la actual finca ubicada en la esquina de 29 y 26, de dos pisos, con muchas habitaciones y un largo balcón con barandas de hierro forjado, la mandó construir el doctor Luis Bartis en el año 1885.

Se tiene entendido que en esa esquina hubo casa desde antes de arribar La Valerosa, en 1752. Primero habrá sido un ranchito, luego otro más grande, después casa de ladrillo con varios ambientes y así con sucesivos aspectos hasta llegar a la actual residencia, cuya construcción se inició en las postrimerías del siglo XIX.

Para 1840 había en esa esquina una pulpería y veinte años más tarde, en ocasión de las batallas de Pavón y Cepeda, fue convertida en ambas oportunidades en cuartel general de las fuerzas al mando del general Mitre.

Inaugurada la casa, el doctor Bartis y su familia ocuparon todo el piso superior, que es inmenso. El espacio de la planta baja fue arrendado para locales comerciales.. A principios del siglo XX funcionaron allí, por ejemplo, el Banco de la Nación y luego el Correo.

A esta «Esquina de Bartis», se la conoció hasta 1870, como la «Esquina de la Sal», denominación que venía de larga data. Esto tiene una explicación tan sencilla como sugestiva: desde este punto era tradicional que partieran las carretas en busca de sal, no solo para el consumo del lugar sino con destino a Buenos Aires y el interior.

Las excursiones salineras que partieron de esa esquina fueron numerosas y a veces de importancia extraordinaria.

Alfredo Iribarren en su obra «Los orígenes de la ciudad de Mercedes» cuenta al respecto que durante la colonia la ciudad se abastecía de sal trayéndola de las Salinas Grandes, situadas al sur de la provincia, viaje que demandaba entre dos y tres meses.

En 1716 salió la primera expedición. Para la conformación del grupo se tuvieron en cuenta gastos por alimentos y sueldos del personal de la escolta, del cirujano, del capellán y del baqueano. También obsequios para los indios: aguardiente, yerba, tabaco, azúcar, bagatelas y otros rubros imprevistos. El dinero lo adelantaba el Cabildo de Buenos Aires, de su fondo propio, resarciéndose mediante el impuesto que debía pagar cada carreta, que ascendía a una fanega y media por carro. Cada una de ellos cargaba entre dieciseis y dieciocho fanegas de sal que se vendían en la ciudad a un precio muy conveniente.

Por lo general, las carretas no eran del Gobierno, sino de particulares, algunos de los cuales eran considerados en aquellos tiempos como verdaderos empresarios de la sal, ponían en movimiento entre cincuenta y cien vehículos en cada expedición. Era habitual que los convoyes estuvieran conformados por carretas de varios empresarios y particulares que se unían para afrontar la aventura.

Por ejemplo, en el año 1778 se alistó una caravana conformada por seiscientas carretas, con sus capataces, carreteros y peones, sumando un total de novecientas personas. Para semejante movimiento de hombres, animales y vehículos se necesitaron ciento cincuenta milicianos no solo para proteger la expedición de posibles ataques de los indios, sino también para guardar el orden y el decoro durante la marcha y en el campamento.

Es importante destacar que, en realidad, no era nada fácil realizar una excursión a las Salinas Grandes. A las dificultades propias del trayecto en carreta por caminos casi inexistentes se le sumaba el riesgo de ataque de los indios pampas y ranqueles.

De hecho, la gente se negaba a ponerse en camino si no se contaba con seguridad para resguardar el viaje. De todos modos, a los hombres que conformaban la guardia del convoy se sumaban los integrantes «civiles» de la caravana, que portaban su propias armas y que conformaban un verdadero ejército.

Se conocen en la actualidad pocos ataques perpetrados por los indios que, en general, se mantenían a una prudente distancia y solo se acercaban en grupos reducidos a pedir tabaco, alcohol y yerba.

Fuente: La Sangre en las Esquinas, Raul Ortelli

Imágenes: Descubrí Mercedes / Mercedes en el Recuerdo

Articulos relacionados

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Seguinos

4,568FansMe gusta
985SeguidoresSeguir
512SeguidoresSeguir

Ultimos articulos