Desde temprano se pueden oir una gran cantidad de explosiones desde diferentes barrios y sectores de la ciudad de Mercedes.
Pareciera ser que lo hablado, analizado, escrito durante mucho tiempo sobre la utilización de la pirotecnia sonora ha sido tirado a la basura.
Como cada 21 de septiembre se apela a la solidaridad y el cuidado del prójimo, evitando ruidos molestos y daños a la sociedad. En esta ocasión se supo que la Policía interceptó un padre que en una camioneta Hilux gris estaba distribuyendo pirotecnia.
Consultadas áreas oficiales no quisieron hacer declaraciones, pero una vecina que vio el echo nos narró indignada la situación, grave y desconsiderada.
Todo indica que son padres de alumnos del Colegio Parroquial, que en la camioneta de alta gama, estaban distribuyendo pirotecnia para que los estudiantes hagan «su» fiesta, con estruendos.
Se registraron decomisos a grupos de alumnos del Colegio Parroquial y de San Antonio, pero la pirotecnia es tanta, que aún así, se escuchan detonaciones en todo momento y pareciera no parar.
Una vez más se enciende el debate ¿Si los adultos somos los promotores y no damos el ejemplo? ¿Cómo vamos a exigir algo a los pibes?
¿Alguna de esas personas se habrá puesto a pensar cómo la estará pasando las personas más sensibles que sufren con los estruendos y los animales que huyen corriendo por el temor?
¿O lo que se vive es tan sólo una muestra de lo que pasa con la sociedad argentina, y el sálvese quién pueda? Desde hace años se viven así los 21 de septiembre o las fiestas. Pero daría la sensación que en lugar de disminuir, crece.
Una dura derrota como sociedad que somos.




