Cuando llegamos de Francia para instalarnos en Mercedes, el destino quiso que nos radicáramos en las proximidades de 41 y 30.
A muy pocos metros estaba la bicicletería de Manganiello. Fue uno de los lugares que confirmaba nuestro anhelo de regresar a nuestra Patria. Serviciales, amistosos y trabajadores a destajo, nos abrieron las puertas de su taller, pero más importante aún, de sus corazones.
Aquel presente nuestro era muy modesto, nuestra movilidad; bicicletas.Pero para eso contábamos con el mejor lugar, el de Manganiello.
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A través de los años y de los hijos se tejió una relación de respeto y admiración. Nuestros hijos se cansaron de pisar el lugar para toda ayuda y en todo momento y luego Gabriel compartió club con los nuestros; el Quilmes. Los vimos crecer juntos. Gente como ellos hicieron más llevadero el regreso y más querible la vecindad.
Los Manganiello eran una pareja indisoluble, Antonio en su querido taller, Elsa sosteniendo el hogar y acompañando en todo a su esposo. Respetuosos, afables, con la sonrisa a flor de labios.
Elsa Manganiello nos abandonó ayer. Nuestro barrio está huérfano hoy. La recordaremos con gran cariño, el mismo que nos tuvo hace más de 35 años cuando nos recibió con tanto cariño y respeto.
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Descansa en paz, tus vecinos Oscar, Diana y sus hijos.
REQUIEM POR NOSOTROS
«Tanto dolor se agrupa en mi costado
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que por doler, me duele hasta el aliento» (Elegía, de Miguel Hernández).
Sobrevivimos para llevar ojos ajenos en los nuestros,
para secar las lágrimas sin consuelo,
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nos cuidamos para que quede la palabra al menos
y no se esfume tanto dolor ni desconsuelo.
Nos aferramos a la vida aunque nos cuesta,
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para que no seas uno más entre la anónima gente,
y se distinga entre todos, tu nombre,
el tuyo nos importa, te tenemos presente.
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Nos cuidamos para no despreciar tu partida,
que sirva en algo tanta pérdida y tanta herida,
pero se acumula una molestia en el alma,
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una bronca, un desgarro, una indignación que no calma.
Somos los testimonios,
somos los espectadores,
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los mansos portadores de condolencias,
que no alcanzan,
que no devuelven afectos,
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que no sea que algún día,
se termine la paciencia…
Oscar Dinova
