Durante la mañana de hoy martes, se pudo observar en la mismísima Plaza San Martín a una ardilla saltando de árbol en árbol. Casi tan tranquila como lo hacen otras ardillas en la zona suburbana de Mercedes. En la foto de portada, se puede observar claramente como cruzó los árboles de la Plaza San Martín, hasta donde era la zona de El Cabildo, en la que se puede observar el techo de lo que fuera la confitería.
Desde hace años las ardillas llegaron al partido de Mercedes, y en las afueras es muy común poder verlas. No tan afuera, se alcanzan a ver por fuera de las avenidas 1, 47, 2 y 40. Pero ya han llegado a pleno centro de la ciudad, y eso si que sorprende.

Este roedor originario de Asia causa daños en ambientes rurales y urbanos, podría desplazar especies nativas y afectar la salud de los seres humanos. Universidades nacionales trabajan en conjunto para difundir y frenar esta invasión biológica, informó la revista InfoCampo.
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La ardilla de vientre rojo (Callosciurus erythraeus) es un roedor originario de Asia que llegó a la Argentina en la década del setenta a la localidad bonaerense de Jáuregui. Desde allí se difundió hacia áreas rurales y urbanas, donde afecta negativamente aspectos ecológicos, de salud pública y de infraestructura. Al ser una especie carismática, las personas la capturan, transportan y liberan en diversos lugares. Ya se la detectó en Córdoba, Mendoza y Santa Fe.

Un estudio conjunto entre la Universidad Nacional de Luján (UNLu) y la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) confirmó su presencia en cuatro sitios nuevos de CABA y resaltó la necesidad de dar a conocer y detener esta invasión biológica.
“Hace más de 40 años, un empresario belga trajo a la ardilla de vientre rojo con motivos ornamentales. Se cree que no más de cinco individuos originaron la población que se estableció, creció y se expandió por todo el partido de Luján y por otros partidos vecinos. La ardilla no solo se transporta sola. Además, muchas personas, al percibirla atractiva, la capturan y la llevan de un lugar a otro”, contó Mariela Borgnia, docente e investigadora de la UNLu.
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En este sentido, agregó que para evitar el traslado de este roedor es importante que la gente conozca los impactos negativos que puede causar.
“Daña a los árboles, ya sea comiendo sus frutos, sus semillas o sus cortezas, y reduce la cantidad y calidad de los productos forestales. En ecosistemas nativos representa un riesgo potencial para árboles y mamíferos autóctonos. En paisajes urbanos, roen cables, mangueras y caños, y provocan cortes de luz y de agua”.
Borgnia también se refirió a los riesgos que puede significar el roedor silvestre para la salud de la población humana. La investigadora hizo mucho hincapié en que es portador de la bacteria que transmite la leptospirosis.
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“Por eso, es muy importante que las personas no toquen a las ardillas, y que eviten el contacto con sus heces y orina. Hay que tomar las mismas precauciones que con una rata”.
Ya se detectaron poblaciones de Callosciurus en Mendoza, en dos localidades de Santa Fe, en el pueblo cordobés de la Cumbrecita y en diversas zonas de Buenos Aires.
“Hace algunos años, escuchamos que la ardilla se encontraba en CABA, pero se trataban de individuos aislados. Ahora confirmamos con relevamientos y encuestas que existen al menos siete lugares en donde se liberaron ardillas, que podrían dar lugar a poblaciones estables en el futuro. El predio de la Ex-ESMA, el jardín botánico de Palermo y el parque de la FAUBA son algunos de los sitios afectados”, destacó Borgnia a partir del estudio que publicó en la revista científica Agronomía & Ambiente, junto con Silvia de Bargas y Alejandra Valverde, docentes de la cátedra de Producciones Animales Alternativas de la FAUBA.
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“Hay que prevenir que la población de ardillas crezca y comience a ser un problema en CABA. Por eso, le pedimos a la gente que cuando vea a este roedor, avise a las autoridades. Generalmente, en los primeros 5 años, la población de ardillas crece sin causar grandes daños y por eso no se realizan denuncias. Cuando son pocas, no se ven tan fácilmente, pero están viviendo y colonizando el lugar. Una vez que los perjuicios son visibles, es más complejo manejar la población porque ya se encuentra en mayor número”.
Las ardillas requieren ambientes arbolados para desarrollarse y se acostumbran muy bien a la vida urbana. Se mueven de árbol en árbol por cables, alambrados y techos de casas. La investigadora profundizó en los posibles impactos negativos que este roedor puede provocar en estos ambientes.
“En Luján ya sucedió que la especie invasora dañó cables y provocó que gran parte de la población se quede sin luz”, explicó.
















