El pueblo de Olivera se encuentra convulsionado por lo sucedido. Un hombre fue asesinado en un linchamiento por una turba. Se supo que la Policía difundió información que lo vinculaba con robos, pero testimonios de allegados y testigos ponen en duda esa versión.
Tal como informamos en el día de ayer, el misionero Jeremías Sosa, de 31 años, casado y padre de dos hijos, fue brutalmente asesinado a golpes en Olivera. Llegó a la localidad el sábado por la tarde, tras su jornada laboral en el norte del Conurbano, para visitar a su madre y hermana. Horas después, entre 15 y 20 personas lo atacaron hasta matarlo. Los agresores son residentes de Olivera, y no se descartan más detenciones. Una situación penosa como confusa la sucedida.
El hecho ocurrió alrededor de las 22 en la calle Juan XXIII, entre Reconquista y Remedios de Escalada, la principal arteria de la localidad. Inicialmente, la policía informó que Sosa habría intentado robar en viviendas y que los vecinos lo retuvieron hasta su llegada. Sin embargo, familiares y testigos niegan esta versión, afirmando que Sosa no era un delincuente y que fue asesinado injustamente.
El parte policial indica que Sosa fue agredido, atado y retenido hasta la llegada de los oficiales, y que los agresores se dispersaron rápidamente. Al llegar, los uniformados constataron que Sosa había fallecido. Familiares y testigos insisten en que Sosa no cometió ningún delito, y que no tenía necesidad de robar. Argumentan que la hipótesis del intento de robo no tiene sentido, especialmente por la hora en que ocurrieron los hechos.
Según relatos, Sosa salió a comprar carne para hacer empanadas por encargo de su esposa. Otra teoría sugiere que Sosa pudo haber sido atacado por delincuentes, y que al resistirse, lo persiguieron y mataron a golpes.
Testimonios reconstruidos por EL CIVISMO indican que Sosa fue perseguido por la calle Reconquista y, posiblemente bajo los efectos del alcohol o estupefacientes, intentó refugiarse en dos viviendas. Finalmente, fue alcanzado en Juan XXIII al 836, donde lo derribaron y golpearon brutalmente. Se menciona la participación de una mujer y posiblemente de menores en el linchamiento. Un vecino maniató a Sosa, permitiendo que la golpiza continuara mientras él pedía auxilio.
A pesar de la cercanía del Destacamento Policial de Olivera, la policía tardó 40 minutos en llegar. El Comando Patrullas Luján intervino tras una llamada al 911. La falta de patrullajes preventivos y la ausencia de la Guardia Urbana esa noche fueron señaladas por los vecinos. Al llegar, la policía detuvo a Gustavo Javier Rocha, de 49 años, y Alex Ezequiel Iñiguez, de 25, señalados por testigos. Allegados a Iñiguez afirman que él intentó detener la agresión y proteger a Sosa.
La policía esposó a Sosa e intentó subirlo al patrullero, pero al ver que se desvanecía, lo dejaron en el asfalto. Los Bomberos Voluntarios llegaron 20 minutos después e intentaron reanimarlo, pero ya era tarde. Sosa ingresó sin vida al Hospital Zonal General «Nuestra Señora de Luján» a las 23:23 horas.
La versión inicial de la policía, que acusaba a Sosa de intento de robo, carece de pruebas concretas. No hay denuncias de robo que lo vinculen, y los familiares niegan que haya cometido algún delito. La Fiscalía 10 caratuló el caso como «Homicidio en riña», pero la calificación podría cambiar. La defensa de Iñiguez pedirá su liberación, basándose en testimonios que lo señalan como defensor de la víctima. Familiares y allegados piden revisar las cámaras de seguridad de la zona, especialmente las de una vivienda cercana al lugar del linchamiento.
El linchamiento de Jeremías Sosa expone la falta de seguridad y la respuesta tardía de las autoridades en Olivera. La demora policial, la ausencia de patrullajes y las versiones oficiales sin pruebas generan dudas sobre el manejo del caso. Este suceso plantea la preocupación de que los linchamientos, como respuesta irracional a la inseguridad, puedan llevar a la muerte de inocentes.
Fotos: El Civismo
