El Arzobispo de la Arquidiócesis Mercedes Luján, Jorge Eduardo Scheinig, elaboró una dura y analítica Homilía en la celebración del Te Deum del 9 de julio.
El líder de la Iglesia Católica repasó varios temas de suma actualidad, odio, violencia, economía y hasta se metió con el bullyng y el suicidio de jóvenes, haciendo una mención y comparando con lo que se vive a la serie «Adolescencia».

El texto completo
La Independencia, como promesa de algo nuevo que genera esperanza
Hemos leído un texto muy importante para nuestra fe cristiana. Es la narración del comienzo de algo totalmente novedoso que cambiará la historia de la humanidad.
María era una muchacha de su pueblo y un día, Dios irrumpe en su vida por medio de su mensajero, un ángel, que le dice que ha sido elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, que se hará carne en Ella y será llamado Jesús. Él hará nuevas todas las cosas.
María se da cuenta de lo trascendental de ese momento y algo le pasa como para que el mensajero de Dios le diga: “no temas”. Él sigue dándole las razones para que caiga en la cuenta que todo lo que está sucediendo viene de Dios y por eso, la anima a no tener temor, sino todo lo contrario, es tiempo para la alegría y la esperanza.
Con este “anuncio”, que llena de asombro, no viene una promesa de vida fácil, acomodada, sin problemas. Lo que está pasando es algo inédito, Dios le está haciendo a María y, en Ella a toda la humanidad, una Promesa, un compromiso. Dios en su Promesa se compromete a caminar con la humanidad y como diría el Papa Francisco, con todos, todos, todos, siempre y hasta el fin.
La joven María, llena de admiración dice que “Sí”, mejor dicho, dice: “Yo soy la esclava del Señor, que se cumpla en mí Su Palabra”. Y el mensajero se aleja dejándola sola en lo cotidiano de su vida.
Me impresiona hasta el extremo, que el simple “Si de María” tenga tanta fuerza como para poner en marcha la novedad del Amor de Dios que quedará mucho más expuesto unos pocos años más adelante, cuando su Hijo Jesús, en la Cruz, diga que Dios ama tanto al mundo que entrega Su Vida para su salvación.
Lo que nos salva, es el inmenso Amor que Dios tiene por la humanidad y que estará siempre presente, hasta el fin del mundo.
La Independencia que nuestros próceres firmaron en el “Acta de 1816”, como también, de alguna manera, en todos los actos de independencia que vamos haciendo a lo largo de la historia, e incluso, el que tantas veces hacemos personalmente en busca de una libertad verdadera, tienen algo en común con ese momento tan conmocionante que vive la Virgen María.
Tomo entonces el relato de “La Anunciación” y lo asocio con lo que hoy estamos celebrando, para hablar brevemente de tres ideas, tres nociones: la promesa, el compromiso y la esperanza sin miedo.
Cuando los creyentes hablamos de “promesa”, queremos decir que allí hay algo “por venir”, un futuro que está repleto de vida. Por ejemplo, un niño en sí mismo, es una promesa, porque en él, hay un futuro enorme, lleno de posibilidades. Un nuevo trabajo es una promesa, porque la persona que lo realice tiene inmensas expectativas de cuánto podrá desarrollarse en él. Una casa nueva está cargada de promesas, porque allí, una familia construirá el futuro de todos y el de cada uno.
En este sentido toda “independencia” es una promesa, porque esa noción expresa un futuro cargado de novedad, de libertad, de vida, de justicia.
La Independencia de nuestra Patria, desde sus comienzos, es una promesa colmada de un hermoso porvenir para todo un pueblo, no para algunos, para todos. Hablar de independencia, es entusiasmarnos de manera apasionada por la construcción de una Patria de hermanos, sin excluidos. Es pensar en una mesa a la que estamos invitados para alimentarnos y celebrar la vida todos, sin que nadie quede afuera.
La independencia como promesa, es un sueño en el que aparecen las personas, las familias y el pueblo como los principales protagonistas y destinatarios de todos los bienes.
No es así en el mundo financiero, donde no hay personas, ni pueblo, solo existe la especulación, con la ley del más fuerte y el caiga quien caiga. En el dios Mercado siempre habrá dependencia, sino fuese así, no existiría. El Mercado esclaviza y deja a muchos afuera de la mesa de la vida. Allí sólo impera el consumo que nos hace sobrevivir y nos va llevando a consumirnos unos a otros. La máxima expresión de esto es la guerra tan cínicamente promovida en estos días, con el negocio que genera.
Es muy cierto que la independencia como promesa nunca estará terminada, incluso, recorriendo momentos históricos difíciles y hasta de fracasos, nunca pierde su condición de promesa, todo lo contrario, sigue teniendo el poder de inspirarnos e indicarnos el camino que bien vale la pena recorrer siempre juntos. Y si fuese necesario, levantarnos una y otra vez, hasta de manera testaruda, todas las veces que hiciese falta. Cuánto más complicado, más deseos de esa independencia que sigue recreando a la Patria.
Lo segundo es el compromiso de María. Su “Sí”, fue fundamental para llevar adelante lo que los creyentes llamamos “la historia de la salvación”.
La Independencia que celebramos, que es una promesa cargada de futuro aun no concluida, necesita del sí personal y del sí colectivo.
Es verdad que nuestro pueblo se compromete en lo pequeño de la vida cotidiana, en ponerle el hombro a la vida de todos los días, en el trabajo, en el colegio, en la casa, en los hospitales, en las fábricas, en la calle, en los barrios. Hay millones de “sí”, que las personas dicen en lo profundo de su corazón y que son determinantes para que todos vivamos la independencia.
La independencia se hace con un sentido enorme de responsabilidad, mejor dicho, de co-rresponsabilidad. Imposible ser independientes si no nos hacemos cargo de lo propio y de lo de todos.
Y aquí los invito a no perder la sensibilidad. No existe ninguna posibilidad de ser independientes desde la dureza del corazón. Necesitamos vernos, reconocernos, valorarnos. Cada persona es valiosa en lo que hace, y eso nos hace bien a todos y lo que hacemos todos juntos le hace bien a cada persona. Ese es el círculo virtuoso de la corresponsabilidad. Ese es el Bien Común del que no escucho hablar por estos días.
Ciertamente que el maltrato a los otros nos esclaviza tremendamente, porque rebajando a mis prójimos de hecho o de palabra, lo que hago es quitarles dignidad y, eso nos esclaviza. El maltrato esclaviza. Seremos más independientes cuanta más dignidad nos demos unos a otros.
Además, para este tipo de corresponsabilidad, de inter-dependencia, hace falta un profundo sentido de pertenencia. Si no hago mía a la Patria, si no la hacemos nuestra, jamás seremos libres, otros se adueñarán de lo que es realmente nuestro. Y hacer mía a la Patria comienza cuando siento en mi corazón que lo que les pasa a los otros me pasa también a mí. Que cuando tiran de un auto una botella a la calle, ensucian mi casa; que cuando venden droga en la esquina del colegio, matan a mi colegio y a mis compañeros; que cuando se maltrata a los ancianos, maltratan a mis abuelos; que cuando se matan los sueños, matan el futuro de mi pueblo.
Lo tercero, es que lo que vive María está lleno de esperanza, alegría y, por lo tanto, no hay lugar para el miedo. La Sagrada Familia, María, José y el Niño, tendrán que vivir infinidad de problemas y muy serios, pero en ningún momento se los ve abatidos, desesperanzados y con miedo.
¿Cómo construir una Nación independiente con miedos y desesperanzados? Imposible.
Y permítanme hablarle especialmente a los más jóvenes.
Me parece que la cultura de este tiempo va generando una manera de vivir llena de miedos. Les pido que estén especialmente atentos, porque el miedo es la primera forma de muerte interior que poco a poco, consigue que la vida pierda su sabor.
Hay mucho miedo al fracaso, al qué dirán, a no poder rendir, no poder llegar a las expectativas que tienen de mí, a establecer relaciones afectivas duraderas, a formar una familia. Incluso, tenemos miedo a estar juntos, a ser comunidad, familia, hermanos.
Una realidad tremenda de este momento de la historia es que hay pocos nacimientos, como si hubiese miedo al futuro y entonces, para preservar la vida no engendramos hijos.
Se dan cuenta, preservar la vida, sin hacerla nacer. ¿Qué mundo es ese?
Personalmente tengo un celular que uso solo con WhatsApp, no estoy en las redes. Pienso que la comunicación digital nos conecta, pero no nos junta. Sin darnos cuenta se acentúa el aislamiento personal. Estamos Interconectados, pero no vinculados. Los medios de comunicación social van generando un tipo de sociedad, a mi manera de entender, poco social. Con humildad y sinceridad, no es el tipo de sociedad que deseo para mi país.
Seguramente muchos miramos la serie “Adolescencia”. Quedé muy conmovido, porque ese joven de otro lugar y de otra cultura distinta a la nuestra, no está, sin embargo, lejos de lo que también pasa aquí entre nosotros.
Estamos frente a un tema muy serio, muy delicado, porque hablamos de independencia y al mismo tiempo, construimos un modo social de mayores aislamientos, donde no sabemos qué piensa, qué siente la persona con la que convivimos todos los días. Somos capaces de hostigar a un niño, a una niña, hasta el extremo de que se suicide o que lleno de angustia, mate un compañero. El odio generalizado nos está enfrentando de una manera brutal.
¿Cómo ser independientes con el corazón lleno de odio? Eso es esclavitud. No existe la independencia sin un nosotros. Todas las formas individualistas de la vida nos hacen más esclavos de los grupos de poder.
Queridas amigas, queridos amigos, la esperanza es el anticuerpo para el odio y la violencia, es como una medicina que devuelve las ganas de vivir con un profundo sentido del amor y que nos hace perseverar en la solidaridad. Vivir significa tener esperanza. Cuando tengo esperanza, tengo ganas de vivir y de compartir la vida.
Hay síntomas de una sociedad enferma a la que debemos sanar y sanarla en sus causas y por eso, a pesar de mis muchos años, me sigue entusiasmando construir una Nación independiente.
¡No nos dejemos robar la esperanza!
¡No tengamos miedo a nada, ni a nadie!
La esperanza nos despierta y estos son tiempos para estar despiertos, llenos de deseos y de sueños de un mundo y una Patria más humana, más hermana.
Es tiempo de rezar, con fuerzas, con deseos profundos, con el corazón lleno de sueños y de amor. Recemos por nuestra amada Argentina.
Que la Madre del Señor, bajo esos dos nombres tan lindos que tiene y que son tan significativos para nosotros: Nuestra Señora de las Mercedes y de Lujan, no acompañe en este camino que estamos haciendo juntos, en la misma Patria.