El soldado conscripto Justo Elpidio Montenegro fue el único mercedino que estuvo a bordo del A.R.A General Belgrano.
El 2 de mayo de 1982, por la tarde, en plena Guerra de Malvinas, 1.093 tripulantes del crucero General Belgrano, entre los que se encontraba el mercedino Justo Elpidio Montenegro, se aprestaban a soportar el mal clima. Nubarrones, oscuridad, vientos fuertes. Sin previa alerta, el buque se sacudió violentamente. Se sintió una tremenda explosión y se cortó la energía. Mientras uno de sus extremos comenzaba a elevarse, se escuchó una segunda explosión: faltaban 15 metros de barco en la proa. El fuego y el olor a quemado invadieron a los marinos argentinos. En las máquinas, justo en donde dio la explosión, estaba el mercedino.
En medio del caos y la oscuridad, comenzaron a utilizarse las balsas salvavidas. El mercedino se encontraba entre ellos. Los heridos se contaban por todas partes, siendo llevados en hombros por quienes conservaban el equilibrio. Cuando el barco alcanzaba una inclinación de 20 grados y era necesario agarrarse de cuanto estuviera amarrado a la estructura, se escuchó el grito de “¡Abandonen el buque!” y, minutos más tarde, mientras el hundimiento proseguía, con ruido de explosiones y una humareda blanca que se perdía en el cielo cada vez más oscuro, desde las balsas que habían podido alcanzarse se escuchaba: “¡Viva el Belgrano!”
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El primer día de mayo, el crucero se encontraba rumbo a posiciones de guerra, pero en la mañana del 2 las órdenes fueron cambiantes, llamando a tomar posición de espera, al sur de las islas, fuera del área de exclusión declarada por Gran Bretaña. No obstante ello, el gobierno inglés da órdenes al submarino atómico Conqueror de torpedear y hundir al crucero General Belgrano.
En su hundimiento fallecieron 323 personas, casi la mitad del total de muertos argentinos en la guerra.
Justo Elpio Montenegro volvió al General Belgrano y pudo rescatar otros compañeros de navegación, además de a su Comandante. Cayó nuevamente, y fue rescatado por una Fragata inglesa. Murió años más tarde sin poder sacarse nunca la tristeza de aquellos años vividos, que rememora hoy su hijo, Adrián Montenegro en la siguiente entrevista:







