El 26 de julio de 2006, en la Ciudad de Buenos Aires y la zona, se precipitó una histórica granizada, ante el asombro y el desconcierto de los porteños que buscaron refugio en portales, entradas de edificios y comercios, para protegerse de las enormes piedras.
El granizo destruyó masivamente automóviles, vidrios y marquesinas. El evento climático acaparó la portada de los principales diarios al día siguiente. Incluso en Internet, se exhibían enormes trozos de hielo con el propósito de obtener de ellos beneficios económicos, ya que algunas empresas aseguradoras exigían a sus damnificados que presentaran el granizo como evidencia del siniestro. El evento meteorológico en la city porteña se extendió por espacio de 25 eternos minutos.
Minutos después de las 16:00 hs., el cielo se oscureció sobre la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. Una intensa lluvia se desató sin advertencia previa, acompañada de granizo. Las piedras, que alcanzaron los cinco centímetros de diámetro, también dejaron un saldo de 14 heridos que sufrieron «heridas leves en el cráneo» al ser golpeados por el granizo.
Independientemente de lo anecdótico, el granizo de aquel año produjo cambios, además de que el Servicio Meteorológico Nacional dejara de estar en poder de la Fuerza Aérea Argentina. Hubo cambios culturales: la gente se dio cuenta de que existía un daño que hasta ahora no tenía previsto.
Y claro está, las consecuencias de esa modificación cultural fueron rápidamente percibidas por las compañías de seguros, que vieron abarrotados sus servicios de atención a clientes, con un aumento del 75% en las consultas el día del granizo y del 150% los días posteriores.
De acuerdo con los datos suministrados por la Superintendencia de Seguros de la Nación, solamente el 26 de julio del 2006 se registraron 24.732 siniestros de daño parcial en automotores y 604 de daño total, con lo que juntos sumaron 25.336 siniestros.
Los principales escollos en aquellos días era que la gran mayoría de las coberturas de seguros para automóviles no incluían la cobertura por granizo, y que tampoco los automovilistas tenían la conciencia del riesgo que esto significaba. El cambio cultural de los automovilistas derivó, entonces, en una transformación del mercado asegurador con la consecuente inclusión de esta cobertura (con o sin cargo adicional) en los seguros de automotores.
A excepción de los seguros denominados «Todo Riesgo» o coberturas que especialmente tenían incluida la cobertura por daño total o parcial de cristales por cualquier causa, prácticamente no había productos que respondieran contra el granizo (se mencionó en aquel entonces que más del 90% de los seguros vigentes no cubrían los daños del granizo).
Fuentes: La Dulce Seguros / Clarín / Infobae