El vecino Ramón Morales, del barrio Unzué, aún no sale de su asombro. Asegura que «no es mi momento. Me salvé de milagro». La cornisa de su casa cayó justo en el momento que se levantó de su sillón en el que estaba sentado junto a sus dos nietos jugando.
El martes pasado, el mismo día que los vecinos se sorprendieron al mediodía cuando por la puerta de su casa pasó una vaca caminando como si nada, a la tarde, se sentó en la vereda de su vivienda, tal como lo hace habitualmente.
Ramón es nacido en Buenos Aires, pero vive en Mercedes desde hace 23 años, y 13, que está en su casa de calle 43 entre 28 y 30. Quién pasa por el lugar, a la tarde, suele verselo sentado en un sillón, en la vereda.
Esa tarde, lo visitaron su nuera con sus nietos. Ramón enviudó hace pocos meses atrás. Se sentó a intentar tomar algo de fresco en la acalorada tarde, mientras sus pequeños nietos jugaban al lado de él.
Sintió la necesidad de ir adentro de la casa, y cuando estaban llegando unos vecinos, aprovechó para levantarse e ir con sus nietos, dejando el sillón y los juguetes de los niños, mientras los vecinos estaban entrando a su casa. Su idea era volver enseguida.
Al entrar a la vivienda, escucha un estruendo, y se asoma rápidamente para ver qué es lo que estaba pasando. Ramón quedó atónito al ver que se había derrumbado la cornisa de su casa, cayendo justo en el lugar en el que estaba junto a sus nietos.
«Fue increíble, estoy siempre sentado acá, y justo estaba con mis nietos. La fuerza con la que cayó, no quiero ni imaginar qué hubiera pasado si me quedaba ahí con los chicos. Me queda en claro que éste no es mi momento. Fue un milagro lo que ha pasado,» aseguró.
El tramo de cornisa que se desprendió es de algo menos de dos metros, justo en el lugar que suele vérselo a Ramón sentado disfrutando del primer fresco de las tardes.
