La plaza San Martín nació junto con Mercedes en el año 1752, o quizás antes.
En sus comienzos estuvo rodeada por la iglesia, el fuerte y el cementerio. En aquellos tiempos en el lugar no había un solo árbol y las casas eran bajas y se arracimaban en torno a la plaza.

Unos cien años después, una reseña escrita por el profesor Enrique Herstell, que llegó a Mercedes en 1861, nos cuenta que «el aspecto de la ciudad (que entonces se llamaba Villa de Mercedes), era muy diferente de lo que es hoy. La edificación era mezquina, sólo existían dos edificios de altos y su extensión era reducida (…). La plaza principal, rodeada de paraísos, ostentaba en su costado sur la antigua iglesia y casa parroquial, al norte varias casas de pobre arquitectura, al oeste la antigua Policía y juzgado de paz. En la esquina norte existían aún las fosas de cuando Mercedes era un fortín y en el este, la casa del doctor Romero y la confitería de Galatore».

En aquel entonces las calles más pobladas eran la 24 (Buenos Aires), la 25 y la 27. Sólo había dos escuelas públicas, la de varones, dirigida por Salvador Maldonado y la de mujeres, por Carmen Arnaud, ambas funcionando en edificios particulares completamente inadecuados. La cárcel pública, por su parte, funcionaba en el edificio de Policía.
En 1857, frente al Cabildo, se levantó el que se considera el primer monumento de Mercedes: la Pirámide, que insólitamente fue demolida sin mayores explicaciones en 1901. De unos 13 metros de altura, en un principio su cúspide tenía la clásica forma piramidal, pero con el tiempo fue reemplazada por la estatua de la República. Según el historiador Ricardo Tabossi, en el interior de aquella pirámide, en una urna de caoba, se guardaron dieciocho medallas, una de ellas de oro y el acta de la Honorable Junta que dispuso su construcción.

Cuando en 1865 Mercedes se convierte por decreto en ciudad, la plaza seguía conservando las mismas dimensiones que en 1780, 1810 año en el que aún no tenía nombre, y 1830.
Para 1868 ya se alzaba frente a ella el edificio del Cabildo. A un lado la confitería Raymundez (después Capurro), al otro una antigua casa que luego fue reemplazada por la que mandara a construir Rafael Deláguila y que actualmente ocupa la oficina de Tierras (antes Turismo) en la esquina de las calles 29 y 26.

Si bien la avenida 29 (primero llamada Boulevar Santa Rosa y luego avenida Mitre) contaba con cuidados jardines que separaban ambas manos, cuando llovía se formaban en ella verdaderos pantanos que dificultaban la circulación de los vehículos y el cruce peatonal.
Se sabe también que en 1870 la plaza seguía estando cercada con alambre para evitar que entraran vacas, caballos u ovejas.
A comienzos del siglo XX, en 1904, la rotonda hace su debut en la plaza, con luz eléctrica suministrada por elegantes arcos voltaicos. Las veredas ya lucen baldosas, con el trazado en diagonal de esquina a esquina y una salida a cada calle cada mitad de cuadra. Esta renovación fue llevada adelante durante la administración del Juan José Souberán, artífice también de la construcción de la fachada del cementerio. En el centro, la rotonda señorial con una gran escalera de mármol, era el lugar destacado para los discursos en las fechas patrias así como para los conciertos de artistas populares o de la banda del Regimiento 6 de Infantería.

Así se mantuvo, con cambios mínimos, hasta 1918, año en que comenzó a ser llamada coloquialmente la plaza de los reptiles. En ella, un jardinero que no era mercedino «asombró a todos al convertir los canteros en el hábitat de enormes víboras, cocodrilos, sapos y escuerzos, admirablemente realizados», decían los periódicos de la época.
La plaza San Martín cambió radicalmente su fisonomía entre 1928 y 1929. En esos años se quitaron la rotonda y un alcanforero que estaba frente a la puerta de la Basílica, lo que motivó encendidas polémicas. Se delinearon nuevamente los canteros y se dejó para el tránsito peatonal solo las diagonales.
Con el tiempo, los tramos cerrados volvieron a abrirse. También se colocaron cuatro hermosos jarrones ornamentales, que aún pueden verse.

El centro de la plaza se mantuvo vacío hasta que se mandó erigir el momumento al Gran Capitán, obra de Juan José Marín. Y en la esquina de 24 y 29 se levantó el mástil de la bandera.

En el año 1992 se realiza otra renovación de la plaza, bajo la intendencia del Dr. Julio Cesar Gioscio. Entre otras obras, se entierra el denominado «Cofre Centenario», en la esquina de 29 y 24. El cofre, una suerte de cápsula del tiempo que será abierta en el año 2092, contiene en su interior un escudo y planos de la ciudad, fotos, postales, pergaminos, dinero circulante del año 1992, banderines, libros, mensajes escritos por los vecinos, diarios y revistas y material fílmico en formato de video.

Arquitectónicamente, se realizó un trabajo uniendo la Plaza San Martín, con los jardines de la Iglesia Catedral.

Más allá de su importancia histórica, la plaza San Martín era también el lugar de la tradicional vuelta del perro, donde grupos de mujeres y hombres por separado circulaban en direcciones contrarias para cruzar miradas furtivas y sonrisas disimuladas.
Sigue siendo el epicentro de la actividad social y política de Mercedes, donde se reúnen amigos, familias y vecinos y donde se llevan a cabo manifestaciones y actos políticos.
Fuentes: El Cabildo, Ricardo Tabossi / Memorias, Enrique Herstell / La sangre en las esquinas y Mercedes en el recuerdo, Raúl Ortelli