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sábado, septiembre 27, 2025
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26 DE DICIEMBRE: CANIBALISMO Y TRAICION EN LA CONQUISTA DE AMERICA

En el año 1511 una carabela española que navegaba por el Mar Caribe tratando de alcanzar las costas de Santo Domingo es sorprendida por un huracán y naufraga. Antes que la nave se hunda, quince hombres y dos mujeres consiguen hacerse de un pequeño bote y salvar sus vidas.

Sin alimentos, instrumentos de navegación, ni agua dulce, los náufragos quedan a la deriva intentando guiarse únicamente por la posición de las estrellas.

Pasan los días y comienzan a morir de sed y hambre, uno a uno. En la desesperación beben su propia orina aunque los ácidos que contiene los hace aullar de dolor al contacto con las llagas de sus bocas y labios, producidas por el sol implacable. Al cabo de dos semanas ya son siete los que no han logrado sobrevivir. Entonces, alguien divisa tierra en el horizonte y con sus últimas fuerzas logran remar hasta la costa.

Allí encuentran un pequeño arroyo que les provee de agua. Agradecen al cielo por el milagro y, convertidos en piel y huesos, exhaustos y llagados por el sol se duermen. Al despertar se ven rodeados por indios armados con arcos, flechas y lanzas, horrorosamente pintados y con actitud belicosa.

Los náufragos son maniatados y hechos prisioneros. Alguno de los infortunados logra entender que estan en el país de «Maya». Ningún blanco hasta ese momento había pisado esas tierras. Al día siguiente, cinco de ellos son ofrecidos en sacrificio a los dioses. Uno tras otro son acuchillados en el pecho, frente a los ídolos. Sus cuerpos descuartizados se reparten para el banquete ritual que la comunidad celebra tras el sacrificio. Brazos y piernas son las partes más apetecibles, pero al estar tan desnutridos los indios encuentran sus carnes duras y secas. Por ello los antropófagos deciden alimentar a los prisioneros restantes antes de seguir con sus prácticas para no ofender a los dioses.

Los pocos españoles que quedan aún con vida entienden que deben escapar del cautiverio sí o sí para no acabar como sus infortunados compañeros por lo que, durante la noche, logran huir sin rumbo fijo.

A poco de andar son atrapados y hechos prisioneros por otra tribu, enemiga de sus anteriores captores. Son tomados como esclavos, esta vez para realizar tareas para los indios, pero su salud es tan endeble que solo sobreviven dos de ellos.

Uno era un clérigo llamado Jerónimo de Aguilar, cuya única posesión que le queda es un libro de horas para sus rezos.

El otro, un marinero llamado Gonzalo Guerrero, quien no tenía siquiera andrajos para cubrirse.

Ambos pasaron a la historia, sobre todo este último, quien con el correr de los años llegó a convertirse en un jefe Maya que luchó contra los españoles durante la conquista de Yucatán.

Fuente: Indios Carapálidas, Ricardo Herren, Ed.Planeta

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